Correo de lectores

Si proclamas maestría y amor a la danza, debes manifestarlo en todos los actos de tu vida

14/12/2009
E
s sabido que ser docente no es para cualquier persona. No es fácil, algunos han nacido para serlo y llevan ese don que produce admiración por sus alumnos y muchas veces por los padres de ellos, otros dejan mucho que desear.
Durante 13 años, mi hija ha tomado clases de danza clásica y neoclásica con Taty, a quien consideraba su profe intachable y admirable. Para concurrir a las clases de danza, dejó de lado fiestas, juntadas y salidas con sus amigos y parientes. En el 2001 llegó a ser Pulgarcita y participó en diferentes variaciones coreográficas de ballet, pero… un día ocurrió algo increíble.
En el transcurso del mes de mayo del presente año, el Estudio Coreográfico de Ushuaia organiza, para alumnas avanzadas, un viaje de estudio a la ciudad de Bs. As. con el fin de tomar clases de danza clásica, neoclásica y contemporánea. Se ofrece como lugar de pernocte, la casa de la Directora Pedagógica de ese estudio, siendo la estadía por dos semanas. Dichas alumnas concurrirían a la casa de la directora pedagógica sin Taty, quien debía ausentarse del país por razones familiares.
Habiendo inscripto a mi hija, compramos los pasajes y compartimos dicha decisión con ambas profesoras quienes se enorgullecían por la medida tomada admirando los frutos que el trabajo de ambas iba dejando.
Para aunar criterios de este viaje, se nos invitó, a padres y alumnas, a participar de una reunión. Taty, inicia la misma manifestando que la estadía no podría realizarse en la casa de la Directora Pedagógica por los hechos acontecidos últimamente, estimando ella, que Alberto, mi esposo, progenitor de mi hija y padre de una de las alumnas, fue precursor de la carta firmada por la Sra. Marcela Carcer, publicada en el Diario del Fin del Mundo el pasado 18 de mayo, situación para nada cierta. A continuación, trata de justificar, que las alumnas no podrían hospedarse en el lugar acordado porque ella debía acompañarlas (son sus alumnas) y no delega responsabilidades. Interrumpo la conversación y pido que se me explique por qué mi hija es la culpable de los cambios que deberían afrontar todos los padres. Expone que la presencia de mi hija es perjudicial para la integridad física de la Directora Pedagógica quien le transmitió a Taty que ella posee el derecho de admisión sobre su domicilio particular. Durante el transcurso de los días siguientes, me entero que las otras alumnas fueron invitadas a hospedarse en la casa de la Directora Pedagógica, excluyendo a mi hija. Para aprovechar el pasaje a la ciudad de Bs.As., anoto a mi hija en otros estudios de danza que dictan clases en vacaciones de invierno. Taty toma conocimiento de esta actitud y me incrimina por "carecer de ética profesional", por no haberles pedido autorización para realizar las llamadas telefónicas (como si mi hija hubiera firmado contrato de exclusividad con su estudio). Lo asombroso de todo esto es que las otras alumnas pasaron una semana en la casa de la Directora Pedagógica, pero Taty, su maestra, nunca las acompañó.
¿Cuál fue la realidad de todo esto? Esa alumna que pasó más de 13 años con ella, y compartió con sus padres un montón de actividades colaborando ante cualquier situación, ahora se descubre que es "peligrosa". Debo destacar que mi hija es incapaz de semejante connotación.
Algunos se preguntarán por qué dejé pasar tanto tiempo para hacer pública esta carta, pues bien, el 9 de diciembre egresó de ese mismo estudio mi otra hija y el temor a que se tome una medida similar me hizo enmudecer, pues es hija del mismo padre y por la integridad de ella obvié manifestar esta exclusión que no sólo lastimó a mi hija, sino a toda la familia y amigos. Natalí no era mecedora de semejante maltrato.
No puede hablar de ética profesional quien carece de ética moral.
Hay que tener cuidado sobre lo que se proclama y no se ejerce.
Quien reviste de maestra debe serlo en todo momento, quien proclama que se danza por amor y luego se hiere a sus propias alumnas en lo más hondo de su ser, posee una escala de valores que está lejos de hacer el bien. Es difícil ser docente y más si se trata de adolescentes, ellos poseen su propia escala de valores y sus propios ídolos que cambian de lugar mientras van creciendo ¡Qué docente desde el ápice de una pirámide pasa a ser uno más del montón de la base!
A todos los padres que buscan un lugar para que sus hijos se desarrollen física y espiritualmente, no se queden con lo que se proclama sobre escenarios, algunas veces se pueden encontrar con una realidad muy distinta.

Isabel P. Cordero Otero de Lambert

Etiquetas