Ludopatía

Unas 250 personas pidieron autoexcluirse de los juegos de azar

28/06/2010
A
partir de la creación del programa de autoexclusión a los juegos de azar, el IPRA posee un registro de 252 personas que optaron por aceptar que el juego los enferma y que no pueden manejar esta forma de adicción identificada como ludopatía. El proyecto surgido a partir de la voluntad y el interés de un grupo reducido de empleados de ese organismo nace y muere en una oficina en la cual no hay profesionales, ni tiene fondos para encarar una seria campaña que genere conciencia en la sociedad de esta problemática que vacía los bolsillos de los jugadores, los hace dilapidar de sus ahorros y destruye a sus grupos familiares.

Desde 2007 a la fecha, unas 252 personas de la provincia optaron por autoexcluirse de los juego de azar con el propósito de que se les impida ingresar a las salas y casinos de la provincia.
Como el programa al que adhieren tiene vigencia por el término de 2 años, en la actualidad la cifra se acerca a las 200, ya que unas 60 cumplieron con el periodo de veda al que ingresaron voluntariamente, cuando el programa se puso en marcha.
Los números que maneja el Instituto Provincial de Regulación de Apuestas en la actualidad contabilizan 192 personas, siendo los hombres, con 128 inscriptos, quienes forman el número más importante por sexo –un 67%–, duplicando a las 64 mujeres que constituyen el 33% restante. En tanto que por ciudad, Ushuaia lleva la delantera con 152 autoexcluidos, contra 40 de Río Grande.
Los números por sí mismo no dan cuenta de las situaciones que viven cada unas de las personas en lo individual, pero por las charlas que EDFM mantuvo con el personal del IPRA, con jugadores que son habitué de los casinos y familiares de éstos, la adicción al juego o la ludopatía es una problemática muy poco abordada por el Estado y que se manifiesta solo cuando el juego compulsivo ha deteriorado fuertemente los ingresos, ahorros y bienes de las personas y principalmente el núcleo familiar.
Por iniciativa del personal del propio Instituto, en junio de 2007 se dictó la resolución 642, creándose el programa de autoexclusión de salas de juego de azar. Un área que no fue bien puesta en marcha reunió en la segunda mitad de 2007 unas 40 personas que voluntariamente pidieron ser incorporadas para que se les impida ingresar a los casinos, que es mayoritariamente el lugar donde se origina esta adicción escasamente tenida en cuenta, frente a aquellas otras ligadas al consumo de bebidas alcohólicas y a los estupefacientes.
Pero la voluntad del personal de IPRA no alcanza por sí sola para atender esta adicción, no solo porque reconoce que no son profesionales para efectuar un diagnóstico primario de la enfermedad, sino porque su función pasa exclusivamente por entrevistar a la persona, completar la solicitud de autoexclusión, la que incluye una fotografía del solicitante, e informar de esa decisión a las salas de juego de azar, para que el personal de ingreso de las mismas impidan el acceso a los jugadores.
Pero más allá de eso, el organismo no posee psicólogos, como tampoco partidas presupuestarias para efectuar una fuerte campaña que permita advertir las sintomatologías de cuando el juego pasa a ser compulsivo. Sólo un eslogan que se repite desde hace años, pero que no profundiza en la identificación del problema, hace mención que "el juego es una diversión", con el remate: "no lo conviertas en una enfermedad".
Sin embargo, han sido ese par de empleados del IPRA quienes tomaron la responsabilidad de hacerse cargo de una acción que indudablemente debería ser abordaba por el Ministerio de Salud y no por ellos. Los que sabiendo de la existencia de esta problemática en otras ciudades del País, intuyeron de la existencia que en Tierra del Fuego esta patología también estaba presente.
No bien puesto en funcionamiento el programa, los empleados del Instituto diseñaron un folleto que distribuyeron en los hospitales, farmacias y negocios, y lograron habilitar un 0800 para que las personas pudieran consultar e informarse.
No obstante, la falta de profesionalismo para tratar de esta adicción, los hizo desistir de la iniciativa, al darse cuenta que se caminaba por una delgada línea que excedía su capacidad de respuesta frente a los fuertes testimonios que dicen haber escuchado, y que podría desembocar en hechos poco felices. Por lo que dieron de baja esa línea telefónica "gratuita y confidencial" y generaron un puente con el Centro de Prevención de Adicciones (CPA), tramitando entrevistas psicológicas, para que las personas puedan tener una adecuada asistencia.
"La mayoría de las personas no vienen por propia voluntad, vienen empujados por la familia que los trae. Se les evidencia en los rostros, que si por ellos fuera no habrían llegado hasta aquí", dicen desde el IPRA, quienes resumen que en el proceso de entrevista, las personas confían estar sufriendo no solo problemas familiares, sino también laborales y sobre todo económicos.
Lo que en un comienzo tuvo el sano interés de los trabajadores, con el correr de los meses, la puerta que abrieron se convirtió en una tarea en soledad para la cual no estaban preparados. Y como ellos mismos dicen: "No es el IPRA quien debe resolverlo, dado que su finalidad es el juego o no su prevención", lo que se transforma en absurdo que sean ellos, quienes trabajan para promover el juego, los mismos que vayan en contra de ese objetivo.
Si bien los datos recepcionados no son abundantes, desde el Instituto se apunta a los casinos como los responsables indiscutidos de la adicción al juego. El concepto de suerte instantánea que se proyecta desde éstos, el sueño de hacerse millonario en un cerrar y abrir de ojos, la posibilidad de jugar sin restricciones las 24 horas del día en un ambiente acogedor y la búsqueda de un golpe de suerte, llevan a que hombres y mujeres rifen en suerte sueldos y bienes, sin que el Estado se involucre en un mayor control, que a la fecha se muestra como inexistente.

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