Punto de vista

Bienvenidos al paraíso perdido

28/03/2016
P

or Gabriel Ramonet

Hagamos un ejercicio imaginario. Poseemos la suma del poder público. Podemos redactar leyes, sancionarlas, promulgarlas y controlar su constitucionalidad.
Escribimos. Artículo primero: deróguense todas las normas sancionadas el 7 y 8 de enero, con la única excepción de los artículos referidos a la modificación de la edad jubilatoria y al cálculo del haber.
Imaginemos el escenario posterior a esa ley. ¿Se terminaría el conflicto estatal? ¿Se liberaría la ruta y los ingreso a la Casa de Gobierno? ¿Todo volvería a la normalidad?
El abogado y tratadista austríaco Peter Drucker es autor de una definición magistral sobre los episodios que rodean a las tratativas entre dos partes en conflicto.
Sostiene Drucker que "lo más importante en una negociación, es escuchar lo que no se dice".
Tantas veces hemos escuchado por estas semanas la postura del gobierno, y la de los sindicatos, respecto de la reforma de las leyes previsionales, que no aparece como una idea tan alocada concentrarse en los silencios, en las omisiones más que en la catarata de declaraciones públicas esbozadas a diario, de un lado y del otro del mostrador.
¿Y qué no se dice en torno a la disputa que atraviesa como una daga a la sociedad fueguina de estos días? ¿Qué podrá estar más allá de lo que evidentemente vemos y conocemos?
Ningún analista político podría evitar elementos que subyacen en el conflicto. El más claro es la interna del Frente para la Victoria. Sin la división entre el gobierno y los intendentes, las connotaciones de la disputa serían otras sin lugar a dudas.
Pero más atractivos de analizar son los silencios sociales. Algo que bien podríamos llamar el “subconsciente colectivo”.
Una psicóloga muy lúcida que tiene esta ciudad, nos hizo notar días pasados un punto de vista interesante. La desproporción que existe entre el contenido de los reclamos efectuados, y el grado de virulencia y extensión de las medidas de protesta, podría tener, al fin y al cabo, un origen relacionado con el imaginario social.
¿No será que tanto revuelo obedece a la negación colectiva de modificar esa especie de “sueño fueguino”, de aspiraciones primarias de una mayoría de habitantes de estas tierras?
Si fuera así, más que el contenido de ciertos artículos legales, lo que estaría sucediendo es una reacción contra la aceptación de la realidad, y contra el que toma las medidas que nadie quería adoptar, porque conspiran contra el “estilo de vida” de los fueguinos, como se escuchó decir a varios gremialistas en sus discursos de las últimas jornadas.
Hay dos temas que integran el "sueño fueguino". El auto y la jubilación. Y los dos son vehículos para volver al norte.
Ya lo sabemos. Hay muchos pobladores ajenos a ese ideal de regreso. También hay una generación de jóvenes, hijos de desarraigados, que han nacido en Tierra del Fuego y aquí es donde quieren quedarse. Incluso muchos de ellos se han ido a estudiar al norte y han vuelto, y son profesionales forjándose su futuro en la Isla.
Pero mientras esta generación, y otros tantos arraigados, diseñan sus próximos años en este suelo, todavía existe una enorme cantidad de estatales “soñando” con su jubilación precoz para dedicarse a viajar por el mundo, regresar a su patria natal, y visitar la provincia de vez en cuando y en calidad de turistas.
Algunos ya jubilados no cambian domicilio para no pagar impuesto a las ganancias, se quejan del aporte solidario desde su Facebook con aroma a playa y se manifiestan frente a la casa Tierra del Fuego tal vez, porque les queda más cerca.
Otros viven aquí. Es verdad. Y no se van a ir. Nadie les quita mérito ni los subestima. Sólo estamos tratando de establecer una franja de características comunes, para englobar allí a un numeroso grupo de personas (la mayoría, o la primera minoría, da igual para el análisis) y entender entonces los intereses que se han afectado para justificar tamaña reacción por unas normas evidentemente necesarias.
¿Y si no eran necesarias? Puede ser. Sin embargo, el legislador Oscar Rubinos, uno de los más estrechos colaboradores del ex candidato a la gobernación Federico Sciurano, dijo el viernes que, con matices, un hipotético gobierno sciuranista hubiera tenido que reformar, también, el sistema jubilatorio.
En ese caso hubiera cambiado el malo de la película. Pero el conflicto hubiera sido más o menos el mismo.
Se trata entonces de aceptar el fin de la fantasía y darle la bienvenida al paraíso perdido. Tal vez no sea lo que muchos soñaron, aunque tiene el componente básico e imprescindible para reconstruir cualquier sueño, que es aceptar la realidad.

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