Historias Mínimas

El sueño más largo

22/07/2016
E

s el sueño más largo. Cómo será de largo que lo vengo soñando, le diré, hace unos 40 años. Si no más. Podré soñar diversas cosas durante la noche pero invariablemente termino soñando lo mismo. Algo así como el sueño del pibe.
Estoy ahí, dentro de la cancha, con la camiseta del equipo de mis amores. Las tribunas están llenas, el partido está empatado y faltando nada para el pitazo final me llega la pelota. Me deshago de un mar de piernas que buscan furiosas mis canillas pero que no pueden evitar que arremeta hacia el arco rival. La jugada, la mejor jugada de la historia, mi jugada, termina en gol. Voy a festejar al alambrado, donde lagrimea mi viejo mientras delira la hinchada por el triunfo agónico.  
A veces uno se imagina las jugadas que haría en el partido que va a jugar, póngale, en un par de horas. Que voy a tirarme por izquierda así engancho para la pierna hábil, que si me queda una frente al arquero voy a definir suave a un palo, y así una tras otra. Pero no es lo mismo que soñar. Ni siquiera es soñar despierto. Soñar, lo que se dice soñar, es lo que sueño cada noche.
Claro que con los años algunas cosas fueron cambiando en el sueño. Con los años dejé de ser ese adolescente que se convertía en héroe en el último minuto. Incluso el partido ya no es el mismo y cada noche sueño uno distinto. Dejé de ser delantero y me fui retrasando en el campo hasta llegar a la cueva, donde me muevo unos metros para adelante y otros tanto para el costado dosificando esfuerzos. Hasta que un día me va a tocar el arco o estar directamente afuera. Como en la vida misma.
Y con los años el golazo del último minuto fue transformándose en algún desborde y centro, en algún pase gol, en algún cruce oportuno, en un despeje salvador sobre la línea, en una barrida a tiempo y hasta en un trancazo a algún rival seguido de un “¡fui a la pelota juez!”.
Lo que me llama la atención es que el sueño termina siempre igual. La hinchada delirando y yo corriendo hasta el alambrado para saludar a mi viejo que lagrimea. Yo con mis canas y mi renguera cada vez más renga por aquélla fractura de adolescente. Él siempre igual, eterno, como si el tiempo nunca le hubiera pasado.
Seguro que cuando me acueste esta noche voy a seguir soñando el sueño más largo. Lo que no sé es si voy a hacer un gol o lo voy a evitar, si voy a meter un cambio de frente milimétrico o si finalmente me tocará ir al arco.
Algún día voy a dejar de soñarlo. Ese día habré muerto. 

Autor : Norman Munch
Etiquetas
Cuál es tu opinión sobre la nota?
  • Me interesó
    100%
    2 votos
  • No me interesó
    0%
    0 votos