n grupo expedicionario que recorría Tierra del Fuego, encabezado por el militar chileno Arturo Fuentes Rabé, sufre la huida de dos colaboradores acosados por el hambre – cuyos cadáveres encontrará poco después- y la muerte de su guía indio, que, intentando cruzar el río Grande, es arrastrado por la fuerte correntada, sin que pueda ofrecerle algún auxilio.
Así relató Fuentes Rabé como quedó sólo con su perro en medio de la pampa fueguina: “Verdaderamente sentí escalofríos cuando el indio me propuso pasar hasta la orilla contraria; jamás me imaginé que aquel torrente fuera susceptible de ser franqueado. El nativo quiso servirme de guía y se precipitó en la corriente (…) Engañado tal vez con la falsa presencia de un vado que antes conociera, impulsó su cabalgadura hacia el borde de un remanso y desapareció en la profundidad. Faltó el caballo de suelo firme donde sentar pie, surgía sobre la superficie al vigoroso impulso de sus remos y se hundía nuevamente bajo el peso del jinete y bajo la presión de la corriente” (Arturo Fuentes Rabé. Tierra del Fuego).
El explorador no pudo hacer otra cosa que observar impotente, “sin poder prestar ayuda alguna y presa de la angustia más dolorosa, cómo ese postrer representante de una raza que se extingue a pasos de gigante, luchó denodada y desesperadamente contra el torbellino de agua que lo arrastró para siempre hasta las profundidades inmensas del océano”.
El drama lo paralizó y se quedó mirando sobre la ribera, con la esperanza de que su compañero pudiera asomarse en medio de la correntada, pero “nada apareció sobre la superficie que me indicara indicios de vida humana en el espumoso lecho de aquel torrente que hervía”.
Ante la evidente pérdida, Fuentes Rabé, cuando “caían ya las sombras de la noche”, emprendió “el regreso a San Sebastián; de todos los expedicionarios, sólo yo y el fiel perro habíamos escapado a las inclemencias del tiempo, a las torturas del hambre y a las furias de los elementos”.
El capitán Arturo Fuentes Rabé había sido comisionado por el ejército chileno para llevar a cabo su primer viaje austral, con el fin de recorrer el imperio ganadero de la Sociedad Explotadora Tierra del Fuego. Comenzó su periplo en Punta Arenas en abril de 1918 y pudo recorrer la isla Grande en toda su extensión y llegar “hasta las apartadas islas que aparecen hacia el Sur del Canal Beagle” (op. cit.).
