Describen las prácticas de los selk´nam para cazar guanacos
El 7 de julio de 1877

Describen las prácticas de los selk´nam para cazar guanacos

07/07/2017
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ldquo;El frío ha sido intenso durante la semana (…) Hay 17 hombres en el lugar, lo que es un número inusualmente pequeño. Catorce hombres estuvieron fuera por cinco días y sólo cazaron cinco animales. Dos noches acamparon en el monte sin abrigo alguno. Una noche fueron empapados por una fuerte lluvia, pero gracias a Dios, están todos de regreso, pero habiendo sufrido muchas penurias, que son ciertamente grandes. Su práctica es la de traer a su casa la mejor parte de esos animales, de modo que, cuando están afuera, usan la cabeza y partes huesudas. También se limitan a dos comidas por día: una es lo primero que hacen por la mañana y la otra cuando regresan al campamento por la noche” (Tomas Bridges. Los  indios del último confín).
A esta descripción, Bridges añadió las prácticas a las que recurren los selk´nam en sus cacerías de guanacos: “La extensión de tierra que atraviesan siguiendo a sus perros es sorprendente y llegan a estar muy esparcidos; la maravilla es cómo se las ingenian para encontrarse de nuevo en su campamento temporario en la noche, aunque a menudo ésta ya ha avanzado mucho antes que lleguen los cansados y cargados cazadores. Por cierto, esta gente demuestra gran fortaleza, persistencia y energía al perseguir su caza, sea de guanacos en el monte, sea de lobos en el agua”.
El asombro que causó entre los europeos que llegaron a Tierra del Fuego fue mayúsculo, al ver la capacidad que tenían los nativos para sobrellevar contingencias y que resultaban imposibles para los forasteros. Se trataba de una adaptación milenaria a las condiciones naturales del lugar, que les permitía disponer de recursos para la subsistencia.
Bridges indagó sobre las rutinas de caza de los selk´nam que residían en Harberton y escribió: “La semana pasada, un grupo grande fue hacia el Oeste en busca de guanacos y durante la primera noche cayó una fuerte nevada. Ese día cazaron tres guanacos”. El segundo día continuaba nevando y la caza fue nula, y decidieron quedarse en el campamento el tercer día. Al cuarto día decidieron regresar. “Estaban todos mojados hasta los huesos y para evitar la nieve hicieron un largo rodeo por la playa y tuvieron que chapotear con el agua hasta la rodilla en el mar (…) estaban muy agotados cuando llegaron aquí”. El asombro por la proeza de los nativos lo lleva a Bridges a culminar su relato con un “¡Bravo, fueguinos!” (op.cit.).

Autor : Bernardo Veksler
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