Opinión

Manos a la obra (sin tanto Bla-Bla)

28/09/2017
A

lcanzaba con caminar las ciudades fueguinas por fuera de sus lugares más céntricos para encontrarse con un profundo deterioro de infraestructura de servicios públicos. Sin duda, respondía a la decisión de desinvertir en cuestiones elementales como energía, agua, sistemas sanitarios, vías de circulación, establecimientos educativos o de salud pública.
Efectivamente, somos una provincia apetitosa en términos de presupuesto público, que no había priorizado el desarrollo de servicios básicos para resolver sus necesidades más elementales.
Esto no es otra cosa que la falta de vocación de transformación de quienes gestionaron la administración estatal en los últimos años, puntualmente hasta diciembre de 2015. Una clara señal es la contaminación por desidia que se encontró hace menos de dos años. Ushuaia y Tolhuin sin ningún tipo de sistema sanitario funcionando, a la par que Río Grande aún tiene un sistema que trata sus aguas residuales urbanas muy por debajo de su demanda de servicios. El otro dato escandaloso son los cortes de agua que se vivían, año tras año, en las dos principales ciudades, y que recién después de más de una década, Ushuaia acaba de pasar su primer invierno sin cortes de suministro por falta de reservas en sus cisternas.
En lo que a esto se refiere, no es complejo de explicar. La obra pública debe acompañar, al menos, la tasa de crecimiento demográfica. Hay que hacer notar que, si no hay una paridad entre cantidad de habitantes e inversión en obras para prestar servicios centrales, las ciudades entran en situaciones de déficit o colapso. La contaminación por cuestiones evitables es un claro indicador de carencia de servicios adecuados.
Para expandir derechos elementales hacen falta inversiones adecuadas. Vale decir, priorizar y tomar decisiones centrales por sobre otras periféricas o superfluas.
Sería ilógico no reconocerle a la gobernadora Rosana Bertone las cualidades para avanzar en este sentido. Muchas veces tomando decisiones que algunos sectores repudiaron, básicamente porque fueron perdiendo privilegios exclusivos, exagerados e irracionales.
Abundan, también, planteos de confrontación insensatos. La gobernabilidad no es un arte sencillo. Es un juego de equilibrios permanente, en donde hay que tomar decisiones muchas veces incómodas, pero necesarias. Incluso, ceder para garantizar condiciones de mayor gobernabilidad local.
La Gobernadora fueguina tiene una tenaz vocación de transformación. Lo expresa claramente ella y se lo reconocen en las distintas orbitas de su entorno. Rosana no vino a ser una espectadora de la realidad fueguina. Tiene un pragmatismo aceitado y eficaz. Controvertido para quienes no tienen en vista todo el amplio y complejo escenario de la administración del poder en Tierra del Fuego. No es casual que la crítica, muchas veces, tiene profundos dejos simplistas o corporativos.
Hay algo que me resulta muy curioso. En la dinámica del robo de las palabras y sus significados, hay una clara distorsión en Tierra del Fuego. Progresismo, socialismo, justicia social o trabajo junto a los más vulnerables, son términos mezquinamente apropiados por algunos sectores que hacen negocios políticos con estos términos tan encantadores. El lector quiere algunos ejemplos: la falta de pago de jubilaciones en término, establecimientos educativos y de salud pública abandonados, escasa inversión en obra pública, miles de familias sin gas natural en una de las principales provincias productoras, son algunas de las tantas variantes que fueron dejando sectores que decían pararse en las antípodas de los conservadores o los grupos elitistas. Progresistas de frontón.
Vi de cerca un ejemplo increíble que da cuenta de todo esto. La Planta Cloacal de Tolhuin fue construida por Jorge Garramuño, siendo Ministro de Obras Públicas en 1994. Hoy es una planta chica, proyectada a principios de los 90 para una comuna en expansión. Operó unos meses y la cerraron. No obstante, la ciudad siguió creciendo. Estuvo más de 20 años sin funcionar. En diciembre de 2015 era una construcción abandonada, al igual que el Colegio José Martí o la planta sanitaria de Arroyo Grande (que la habían empezado y también la abandonaron). Rosana Bertone la prendió un año después de asumir. Desde los noventa las cloacas iban sin rumbo y sin tratamiento por la ciudad mediterránea de la provincia. Le tuvimos que poner nombre y todo. Como refundando un proceso naciente, la planta sanitaria de Tolhuin se llama desde hace varios meses ¨1 de Junio ¨.
La gobernadora tiene ritmo arrollador. Difícil de seguir. Además, decir grandes juegos de palabras o prometer obras que no se van a concretar, no es lo suyo. Lo detesta. No se pone a hablar bonito ni a decir discursos con contenido rococó. Lo aborrece. En su lugar, hace. Tracciona como una locomotora a todo su entorno. Esa frase ¨es la primera en llegar y la última en irse¨, la pinta a la perfección.
Lo suyo es la gestión. Ahora giró el timón hacia los barrios más postergados en infraestructura. El gobierno está invirtiendo un record de obras en la Margen Sur, sectores altos de Ushuaia, el sector medio y posterior del Valle de Andorra y los barrios Akar y Fueguinos Autoconvocados. Y no sólo estos. Las 64 hectáreas de Andorra tienen agua corriente desde marzo de este año, cuando antes les llevaban agua en camión, una vez por semana. Lo mismo con el gas.
Ya no hay progresismo de café, sino manos a las obras. Una combinación de hiperactividad y gestión concreta. Un genetista bien podría describirlo así: el ADN de Rosana Bertone.

Autor : Guillermo Worman
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