uchos consideramos que vivir en Tierra del Fuego es una suerte a la hora de describir la gran cantidad de actividades -y de las más diversas- que pueden realizarse al aire libre. Sobre todo, porque la mayoría son de temporada, por lo que cuando comenzamos a cansarnos de una, aparecen los preparativos para otra, y así
Más aún esa suerte cobra sentido cuando entramos en razón de que nuestra libertad se expresa en la posibilidad de elegir entre “dormir la siesta o realizar alguna de ellas”.
La realidad, es que la mayoría reviste cierto riesgo. Es así como la adrenalina a veces nos hace tropezar al caminar en ese fino equilibrio que existe entre la razón y el niño que todos llevamos dentro. Y es ahí donde el riesgo deja de ser un parámetro a evaluar y sólo importa la diversión.
Este es el caso de nuestro amigo Mauro, quien temporada tras temporada, se suba a lo que se suba, ya lleva varios metros cuadrados de terreno comprado con un método bastante particular: tras cada caída, dejar la impronta de su belleza facial exótica en el barro fueguino.