n una nota, fechada este día, que el embajador chileno en Buenos Aires dirige a Juan Atilio Bramuglia, ministro de Relaciones Exteriores y Culto, le hace llegar una invitación para que oficiales argentinos participen “de una expedición chilena que partiría rumbo a la “Antártica” en febrero del año siguiente. A los diez días la respuesta llegó en forma de otra invitación, en este caso para un oficial chileno que partiría sólo cinco días después” (Pablo Fontana. La pugna antártica).
Luego de finalizada la Segunda Guerra Mundial, se produjo una actividad inusual en la Antártida de los países que sostenían reclamos de soberanía en ese continente. Estas incursiones generaron una intensa competencia, especialmente, entre Argentina, Chile y el Reino Unido, cuyos espacios reclamados se superponían.
En la temporada 1946/47 se produjeron gestos unilaterales de los británicos por intentar imponer su autoridad política en la zona, al efectuar protestas por la presencia de una expedición argentina en Decepción y Melchior, donde se construyó un observatorio. Estas intimidaciones originaron una extensa nota al embajador británico en la que se rechazaron las pretensiones de soberanía de los ingleses y se afirmó que sobre los territorios antárticos “el único problema a resolver –para lo cual existe la mejor voluntad entre las partes- es la de la frontera antártica chileno – argentina””.
La arrogancia británica generó un acercamiento y acciones comunes entre los gobiernos de Gabriel González Videla y Juan Domingo Perón, quienes “acordaron realizar una conferencia internacional para resolver sus pretensiones sobre la Antártida, y en marzo de 1947 se reunieron los ministros de relaciones exteriores de ambos países para discutir la cuestión. Si bien no llegaron a determinar ninguna frontera común, en una segunda reunión en julio acordaron que ambos países hermanos eran los únicos con derechos en esa región antártica y realizaron una declaración conjunta en ese sentido. Con esta posición llegaron en agosto a la Conferencia de Río de Janeiro para negociar la firma del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca. En dicho encuentro ambos países lograron incluir a las islas del Atlántico Sur en el Tratado, si bien Estados Unidos emitió una nota en la que desconocía tanto su inclusión como cualquier otra referencia de soberanía sobre la Antártida” (op.cit.).
