Una avalancha de turba se derrama sobre capital de Malvinas
El 29 de noviembre de 1878

Una avalancha de turba se derrama sobre capital de Malvinas

29/11/2017
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ste día, se produce “en Puerto Stanley una avalancha de turba, desprendida de las laderas de los cerros vecinos, a espaldas de la ciudad; el siniestro ocurrió a medianoche (…) y los pobladores despertaron alarmados por esa lenta marea fangosa que corría en dirección al mar, amenazando con destruir cuanto obstáculo físico se opusiese a su paso” (Ernesto J. Fitte. Crónicas del Atlántico Sur).
El deslizamiento de la masa de lodo fue afectando a la mayoría de las calles de la pequeña aldea y “alcanzó a cubrir Philomel Street”, la céntrica arteria que culmina en el acceso al embarcadero público. El inédito cataclismo afectó largamente la vida de la ciudad y las acciones de limpieza demandaron más de una semana de intensos trabajos.
Los principales edificios céntricos fueron dañados por la marea viscosa, entre ellos la Iglesia. Gran parte de las viviendas debieron ser reparadas y exigieron tareas de los vecinos para despejar los accesos y las veredas para el tránsito peatonal.
La ausencia de bosques en los cerros malvineros dejó sin diques de contención a la avalancha de turba y barro que se desplazó por sus calles, sorprendiendo a los kelpers en medio de la noche.
La irrupción del fenómeno se produjo cuando el gobernador de Malvinas Thomas Callaghan estaba ausente, en goce de licencia, y la autoridad se encontraba interinamente a cargo del administrador Arthur Bailey.
Para entonces, “el índice de crecimiento de Stanley continuaba manteniéndose por debajo de lo razonable; en 1880 los residentes en todo el archipiélago no superaban las 1553 personas. Una década y pico más tarde  -en 1891-, aquellos habían aumentado una insignificancia, totalizando 1789; sin embargo, tampoco en el orden de los acontecimientos, la ya crónica apatía acusaba variantes. Es que en dicho intervalo, excepto la aparición en 1881 del “Falkland Islands Magazine”, y en 1890 la inauguración de la flamante catedral episcopal –construida eso sí en piedra granítica-, nada de gravedad llegó a conmover la quietud de la colonia. Su gran historia seguía virgen” (op.cit.).     
La bucólica vida malvinera se mantuvo en esta tónica hasta 1914, cuando el comienzo de las acciones de la Primera Guerra Mundial le generó un cierto protagonismo como base de operaciones de la flota británica en la confluencia de los océanos Pacífico y Atlántico.

Autor : Bernardo Veksler
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