ste día, se difunde un estudio realizado por investigadores de la Universidad de Arizona (EE UU), dirigidos por Sandra Pizzarello, quienes estudiaron un meteorito hallado en la Antártida que contenía materiales orgánicos, logrando constatar que el complejo material que formaba el asteroide contenía amonio, un vital precursor de la vida.
“Para ello imitaron las condiciones ambientales que había en la Tierra antes de la aparición de la vida. Siempre con escalas temporales de laboratorio, emularon la actividad hidrotermal, la temperatura y la presión de la Tierra primitiva. Y los resultados mostraron, para la sorpresa de los investigadores, que aquel meteorito liberó una enorme cantidad de ion amonio (NH4), un importante precursor de las moléculas biológicas complejas, como los aminoácidos o el ADN” (Miguel G. Corral. Diario El Mundo, Madrid, 28/2/2011).
Para descartar la posibilidad de que “el amonio proviniera de contaminación en el laboratorio, analizaron la composición isotópica del nitrógeno y descartaron esa posibilidad, ya que es muy diferente de la que existe en la atmósfera actual. De esta forma, Pizzarello y sus colegas lanzan en su trabajo la idea de que la llegada de estos meteoritos pudo acelerar, o desencadenar, la evolución de las moléculas que dieron lugar a la vida”.
En la actualidad, mientras la ciencia logra avances importantes en el conocimiento, sin llegar a lograr precisiones contundentes en esta cuestión, existen varias hipótesis sobre el origen de la vida en la Tierra. “Una de ellas es la teoría de la Panspermia acuñada por el químico sueco Svante August Arrhenius para explicar el origen de la vida en la Tierra. Según esta hipótesis, la vida está diseminada por el Universo y llegó en forma bacteriana unida a un meteorito que sirvió de simiente para que evolucionara hasta los organismos que habitan hoy el planeta”.
Otra hipótesis “que manejan los astrobiólogos consiste en que los meteoritos no trajeron la vida, pero sí los elementos y moléculas necesarios para su surgimiento”. En este sentido, la investigación de la Universidad de Arizona, que fue publicada en la revista “Proceedings of the National Academy of Sciences” (PNAS), aportó importantes consideraciones para sostener la hipótesis de que las moléculas que resultaron precursoras de la vida en el planeta hayan tenido un origen extraterrestre.
