lrededor de esta fecha, el gobernador magallánico Manuel Señoret ordena a un pelotón de soldados que marchen hacia bahía Inútil, donde los nativos habían protagonizado un hecho de sangre, “para que capturasen a todos los indios que pudieran encontrar y se los llevasen a Punta Arenas. Sorprendidos éstos en sus toldos, fueron muertos a tiros sin compasión alguna, y los sobrevivientes, en número de 165, entre mujeres y niños, fueron hechos prisioneros y llevados a Punta Arenas, donde después de hacerlos desfilar casi desnudos por las calles de la ciudad fueron rematados entre las personas que lo pidieron” (Fernando Ortiz Letelier. Revista Impactos N° 72).
La operación punitiva provocó una protesta de los salesianos, quienes remitieron cartas al Gobierno de Chile. Esta iniciativa produjo que un ministro de la Corte Suprema de Justicia viajara hasta la capital magallánica para constatar la denuncia. La breve investigación in situ le permitió verificar la validez de las acusaciones.
Los pocos sobrevivientes, unos sesenta nativos, fueron enviados a la isla Dawson, donde estaba funcionando la misión salesiana San Rafael. En tanto, el gobernador Señoret fue trasladado a Talcahuano antes de que finalizara su período de gobierno.
Señoret estuvo al frente de la Gobernación Magallánica entre 1892 y 1896. Durante el ejercicio del cargo procuró “favorecer a algunos estancieros a quienes el Gobierno chileno había alquilado grandes extensiones de terrenos en la Tierra del Fuego”. También, dentro de sus objetivos de gobierno se encontraba la expulsión de la “Congregación Salesiana de la isla de Dawson, en la que él tenía especial interés”.
Para cumplir con esos fines, “favoreció de la más indigna y cruel manera la persecución contra los indígenas, cometiendo con ellos toda clase de torturas, vejámenes y asesinatos”.
Pero, la demanda de los estancieros de limpiar la isla de nativos, fue ejecutada con mayor ahínco por los propios demandantes. Quienes no esperaron las acciones de los uniformados y constituyeron grupos de mercenarios armados que complementaron el exterminio desatado por Señoret.
La producción ovina se había iniciado en 1875, con una majada de trescientas ovejas. En 1887, la cantidad de cabezas alcanzaba a 40 mil. “En 1890 se otorgan varias concesiones, la más importante de las cuales se da a José Nogueira, que recibe un millón de hectáreas” (op.cit.).
