ste día, una chalupa que había sido enviada para explorar regresa con la noticia que ansiaba Fernando de Magallanes: el estrecho comunicaba con el mar del Sur, como se lo conocía entonces. Denominación que pronto sería permutada por la de océano Pacífico.
Había pasado más de un año desde su partida desde Sanlúcar de Barrameda, con una tribulación de 265 hombres, y las vicisitudes no dejaron de complicar a la empresa. Además de sufrir las previsibles bajas en tan prolongado viaje y la incertidumbre de una navegación por rutas desconocidas, la tripulación se conmocionó con un sinfín de siniestros y motines que afectaron a la gran expedición, dejándola muy debilitada.
De las cinco naves que partieron (Trinidad, San Antonio, Concepción, Victoria y Santiago), la tripulación de la “San Antonio” se sublevó y forzó su retorno a España y la “Santiago” naufragó en el estuario del río Santa Cruz.
Luego de invernar en San Julián, la expedición continuó hasta el sur continental. La travesía del estrecho les insumió más de un mes. Navegarlo fue muy difícil, por lo complicado de la costa, los peligrosos bancos de arena que acechaban bajo la superficie y el desconocimiento del recorrido, clima y geografía. Para poder acertar con la ruta adecuada, un navío avanzaba buscando el mejor camino y, cuando lo hallaba, regresaba para que se sumen los otros barcos al trayecto seguro. La compleja navegación del estrecho se convirtió en un verdadero laberinto para la expedición.
Lo más grave era el estado anímico de los tripulantes, muchos de los cuales habían sido parte de actos de indisciplina y amotinamientos, que fueron perdonados sólo por la necesidad de personal. Además de ser testigos de ejecuciones y destierros de los rebeldes.
La noticia que el estrecho comunicaba con el gran océano, revalorizó el liderazgo de Magallanes, al confirmar su tesitura, y regeneró los sueños de fortuna de la marinería, al hacer posible alcanzar los deseados puertos de Oriente.
Pero, la felicidad por navegar el gran océano no iba a durar mucho tiempo, durante tres meses no se encontraron con ninguna costa, las enfermedades asolaron a la tripulación, Magallanes pereció en un enfrentamiento con nativos y de las tres naves que quedaban sólo una pudo regresar a España, al mando de Juan Sebastián Elcano, uno de los que se había amotinado y fue perdonado por Magallanes.
