n el siguiente párrafo, el autor pregunta: “¿qué pudo alegar el gobierno inglés para justificar el violento despojo que subrepticiamente acaba de hacer a la República de un establecimiento de que se halla en legítima posesión? Se dirá que S.M.B. tiene derecho a la soberanía de aquellas islas; pero esto es falso, falsísimo, pues prescindiendo de los convenios tanto públicos como privados con la corte de España, la Inglaterra renunció implícitamente a todos los títulos que pudiera tener, cuando abandonó su establecimiento de Port Egmont dejando a la España en posesión del de la Soledad”. Aludiendo al enfrentamiento bélico y diplomático entre Londres y Madrid de 1770.
Continúa con los interrogantes: ¿cómo puede sincerar el modo en que se ha ejecutado el despojo que se acaba de hacer a la República Argentina? ¿Puede conciliarse la tenebrosa expedición de la “Clio” con la política franca de una nación, cuyo Representante al despedirse renueva las protestas de la amistad de su gobierno, quien se dispone a enviar otro ministro para ratificarlas, mientras nuestro Encargado de Negocios en Londres recibe iguales seguridades, y el Agente diplomático inglés cerca de nuestro gobierno, las repite? No: semejante conducta desmiente el concepto favorable que estas demostraciones hacían formar, y pone al gobierno inglés bajo un punto de vista poco decoroso, dando a sus enemigos sobrado motivo para echarle en rostro la tortuosidad de su política exterior, como ya lo han hecho, con mengua de la reputación de los Whigs que blasonan tanto de liberalismo”.
Más adelante sostiene: “confiamos en que el gobierno manifestará su acostumbrada energía, procediendo desde luego a exigir las debidas explicaciones al Señor Encargado de Negocios de la Gran Bretaña sobre un asunto que tanto afecta el honor y los intereses de la Nación Argentina” (op.cit.).