partir de la publicación en el Boletín Oficial, del mes de febrero, del decreto que estableció una carga fiscal para todos los insumos de la industria electrónica, la situación de esa rama de actividad promocionada por la Ley 19640 se hace dramática. Se reproduce la lamentable y conocida secuencia de caída de la producción, cesantías de trabajadores, crisis social y éxodo de la población fueguina.
La norma, establecida por el presidente Carlos Menem y su ministro de Economía Antonio Erman González, dispuso que todos los insumos de la industria electrónica sean gravados con una carga del 24 por ciento y los productos terminados que ingresen a la isla en un 39 por ciento. Los argumentos de esa drástica medida se basaban en el costo fiscal que significaba la desgravación impositiva impuesta por la 19.640, cuya vigencia fue suspendida temporariamente. Además, la feroz política neoliberal implementada, luego del fracaso del plan Bunge y Born (denominado así por los ministros Roig y Rapanelli, ceos de ese grupo económico), desprotegió a la industria nacional al abrir las fronteras a la importación generalizada, aunque estuviera subsidiada, generando un cierre notable de empresas que abastecían al consumo local, una depresión del mercado interno y un considerable incremento de la desocupación y la pobreza.
El impacto de esas medidas fue inmediato en Tierra del Fuego: “La situación de las empresas electrónicas radicadas en la isla viene sufriendo desde hace mucho tiempo las consecuencias de la suspensión de la ley de promoción económica. La mano de obra en el gremio metalúrgico ha disminuido teniendo en cuenta los niveles históricos en un 50%”. La caída en la ocupación “se refleja en el resto de los sectores de la sociedad” (10 años de Tiempo Fueguino, 23/8/1997).
Por esta situación la Unión Obrera Metalúrgica decretó el estado de alerta y movilización. En tanto, el entonces secretario general del gremio, Osvaldo Pizarro, “declaraba la proximidad de la “muerte” de Tierra del Fuego”, debido a que “las empresas preferían dolarizar y despedir”, y advirtió que “a menos que nos queramos ir todos de la isla, vamos a tener que pelear hasta los últimos momentos…, y si me tengo que ir me iré peleando”. Dando cuenta de que la caótica situación de la industria abría las compuertas al éxodo masivo de la población fueguina.
