ste día, el Gobierno del Reino Unido comunica a su par hispano su disposición a retirar todas sus fuerzas instaladas en las Islas Malvinas y reconocer la soberanía española. En mayo los ingleses concretan esa medida y evacúan Puerto Egmont, después de reiteradas reclamaciones ibéricas.
En noviembre de 1769, la autoridad española había tomado conocimiento de la sigilosa radicación de los británicos en ese puerto. Al llegar la noticia a Buenos Aires, el gobernador Francisco Bucarelli y Uruzúa dio “órdenes terminantes al Capitán de Navío Juan Ignacio Madariaga” para que “expulsara a los ingleses de Malvinas”. Este marchó con cuatro fragatas, “1.400 hombres de tropa” y “140 cañones, incluida una batería de desembarco” (Laurio H. Destefani. Malvinas, Georgias y Sándwich del Sur, ante el conflicto con Gran Bretaña).
El 10 de junio de 1770 se produjo el ataque al abrir fuego sobre “la “Favorita”, la fragata inglesa que se hallaba en ese lugar”. Las lanchas desembarcaron y se intercambiaron algunos cañonazos. “Los ingleses lo hicieron para salvar el honor y luego izaron la bandera blanca”.
El desalojo británico de Malvinas provocó una reacción diplomática intensa de Londres y se estuvo al borde de una guerra. Ante la debilidad española, el gobierno decidió negociar y aceptar la devolución transitoria de Puerto Egmont, que fue restituido cuatro años después.
“Al debatirse el acuerdo firmado con la monarquía borbónica, en la Cámara de los Comunes, (Nicholson) Calvert –según cita Ricardo Zorraquín Becú- expresó que “Gran Bretaña es el agresor en el último conflicto con España. En plena paz nos hemos apoderado de una isla que los franceses, después de formar un establecimiento completo en ella, fueron obligados a abandonar porque era realmente una pertenencia de España”. Luego, pregunta: “¿pero cuándo llegaron a ser las islas Falkland uno de esos derechos? (…) Si nuestra pretensiones eran anteriores a las de la Nación española, ¿por qué no sostuvimos antes nuestros títulos? (…) si tenemos algunas reclamaciones, las dejamos dormir hasta que en un momento de confiada paz nos introdujimos clandestinamente entre los españoles en abierta violación de los tratados (…) les robamos a hurtadillas un establecimiento en el lugar durante un período de absoluta tranquilidad” (Hugo Gambini. Crónica documental de las Malvinas).
