n la edición de este día, el diario porteño “Crítica” publica un informe sobre el supuesto vuelo de Adolf Hitler hacia su escondite en la antártica Tierra de la Reina Maud. El artículo, firmado por Ladislas Szabo, tuvo gran repercusión, dada la reciente rendición alemana, y “se reprodujo en los diarios más importantes de todo el mundo” (Colin Summerhayes. Scott Polar Research Institute. Traducido por Irai Freyre y Carlos Vairo y publicado por el portal Histarmar).
El artículo de Szabo se vio robustecido por el arribo, seis días antes, de un submarino alemán a la base naval de Mar del Plata. Aparentemente, el comandante del navío, Otto Wermuth, “creyó que los argentinos le darían la bienvenida”. Considerando que el suicidio de Hitler fue un montaje; hubo quienes creyeron que el submarino lo había sacado de Alemania, junto a otros jerarcas nazis, y desembarcado en una base antártica. Esto se reforzó, un mes después, cuando otro submarino, comandado por Heinz Schaeffer, llegó a Mar del Plata.
Como al final de la guerra la Argentina se sumó a los aliados, “Wermuth y Schaeffer y sus tripulaciones se convirtieron en prisioneros de guerra y fueron interrogados” por las armadas de Argentina, EE. UU. y Gran Bretaña, quienes “se convencieron de que el arribo tardío de los submarinos al Atlántico Sur era totalmente inofensivo” y los liberaron.
No obstante, Szabo redobló la apuesta y publicó el libro “Hitler is alive”, donde afirmó que los dos submarinos habían “trasportado a Hitler y otros jerarcas del Tercer Reich a la Antártida”, donde se había erigido la base “Nueva Berchtesgaden”. A pesar de las evidencias “el rumor continuó propagándose”. Otras versiones aceptaron la muerte de Hitler, pero que sus cenizas fueron depositadas en la Antártida, junto a tesoros “en seis cajas de bronce forradas en plomo” y colocadas en una “cueva natural de hielo muy especial”.
Los especuladores argumentaron que Alemania efectivamente intentó construir una base en la Antártida, antes del comienzo de la guerra. También, que tanto los británicos como los norteamericanos realizaron operaciones secretas en la Antártida cuyos “resultados inicialmente se clasificaron y ocultaron” y que “se produjeron tres explosiones nucleares secretas dentro de la región general en 1958”, para sostener “la leyenda de la mitología nazi sobre la supervivencia de Hitler” (op.cit.).
