as tropas enviadas por el general Lorenzo Vintter contra la tribu de Orkeke, detienen a “dos comerciantes galeses, unos chileno y otro español, los que habían sido ‘sorprendidos’ comerciando con una partida indígena en las inmediaciones de Puerto Deseado” (Marcelo Gavirati. Chupat Camwy. Historia de la convivencia pacífica entre galeses, pampas y tehuelches).
Vintter decidió “remitirlos presos” para que “sean juzgados (…) en virtud de no existir ninguna ley que les dé el derecho de negociar con los salvajes y conocer prácticamente los perniciosos resultados que su tráfico con estos ocasiona por ser uno de los peores elementos para el indio, por las ideas que les inculcan (…) a que se muestren benévolos a su sometimiento a la vida civilizada” (Expediente en el Archivo General de la Nación, citado por Gavirati).
La “Campaña del Desierto” continuaba en el sur patagónico con su frenética imposición de las armas, sin admitir la vigencia de las leyes. “Mientras que por una parte invertía el precepto legal de que ‘todo lo que no está prohibido, está permitido’, por la otra, acusaba a los comerciantes de una especie de subversión ideológica que no alcanza a explicitar coherentemente”.
Las tropas consumaron su objetivo y regresaron “a Puerto Deseado trayendo 52 indios tehuelches, incluida ‘la chusma’ y más de 200 animales yeguarizos (…) Al día siguiente Vintter partió de regreso llevando a bordo del ‘Villarino’ al viejo cacique con su gente, y los comerciantes capturados con sus mercaderías. Al parecer la tribu fue llevada a la Colonia de manera engañosa y bajo falsos pretextos, siendo luego sometidos a un trato cruel”.
Enterados los galeses le reclamaron verbalmente a Vintter y también mediante una nota: “…rogamos vuestra clemencia, al expresar de este modo nuestro sentimiento y deseo en favor de algunos aborígenes de estas regiones conocidos nuestros” y “expresar nuestra esperanza de que podáis mostrar hacia ellos toda la benevolencia y amparo que permita vuestro deber”. Admitiendo que “hemos recibido mucha ayuda de estos indios desde que se estableció la colonia” y “no sentimos nunca (…) el menor temor por nuestra propia seguridad” (op.cit.).
El pedido de los galeses no fue tomado en cuenta por Vintter y todos los cautivos fueron llevados a Buenos Aires.
