Denuncian el dominio del oeste santacruceño por bandoleros
EL 29 DE JULIO DE 1918

Denuncian el dominio del oeste santacruceño por bandoleros

29/07/2019
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n la edición de este día, el diario porteño “La Nación” publica el testimonio de un ganadero, sin dar su nombre, que denuncia la absoluta inseguridad en que se desenvuelve la vida rural en las proximidades de la zona cordillerana.
“Poco o nada han dicho los diarios acerca de lo que ha venido ocurriendo en la Patagonia durante los últimos tiempos”, que hacen que “la vida en el sur, se ha hecho sumamente difícil (…) existe un poblador de los peores antecedentes morales. Hombre a quien se le imputan numerosos crímenes (…) Frecuentemente ofrece fiestas y bailes, de donde resulta que su casa  es centro obligado del malevaje que merodea por aquellos alrededores” (Ernesto Maggiori. Voces de un pasado reciente).
Ese bandolero actúa con total impunidad. “Cierto día se le presentó un hombre, un pobre colono, a quien había robado varias yuntas de bueyes. ‘Como se ve que usted las tiene-dijo el colono- vengo a reclamárselas’. Se produjo, es de suponer, un cambio de palabras, y el caballero de los bailes dio muerte de un tiro al infeliz reclamante. Con ayuda de sus hijas arrastró el cuerpo hasta 100 metros de distancia y lo tapó con unas lonas”.
Tiempo después, se presentó otro colono con un reclamo similar. La singular respuesta del facineroso fue contundente: “Mire, che tengo que invitarlo a que vea una cosa. Sígame”. El reclamante dudó y fue llevado a empujones al sitio donde se encontraba el cadáver: “Lo ve. ¡Mire qué solito está!; parece que estuviera pidiendo un compañero”, cerrando toda posibilidad de negociación.
El reportaje describe otros hechos delictivos. “El Sr. Caminsky dueño de un almacén de Lago Blanco”, al entrar a su casa, “recibió dos tiros de escopeta a boca de jarro. Falleció instantáneamente. Los asaltantes se lanzaron sobre los tres peones que allí había y a los tres dieron muerte. Luego apilaron los cadáveres y les prendieron fuego. Al siguiente día resolvieron seguir viaje, llevándose, naturalmente cuanto encontraron a mano, víveres, alcoholes y dinero. Como el viaje iba a ser largo, eligieron los mejores caballos que hallaron a mano y, sacando los recados y aperos que había en el almacén, ensillaron y se fueron” (op.cit.).  
Los reclamos por falta de presencia policial y el despliegue delictivo eran reiterado entre los colonos, algunos derivaron en protestas y denuncias en diarios regionales y porteños.

Autor : Bernardo Veksler
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