ste día, algunos pioneros de la ganadería austral organizan un gran arreo de ovinos desde Río Negro hasta la zona del río Coyle, al sureste de Santa Cruz.
El arreo “fue realizado por Henry Jamieson, John Hamilton, William Saunders, Mac Clain y George Mac George”, un “grupo de ovejeros malvinenses recién llegados al continente”.
Esos hombres cruzaron la meseta de norte a sur con el arreo de miles de “ovinos que avanzaba cruzando ríos anchos y caudalosos, bebiendo en aguadas espaciadas, comiendo al paso y pariendo en el camino. También hay que comprender la paciencia y equilibrio que tuvieron que tener los arrieros para soportar lluvias, vientos, fríos y nieves, comer y dormir a la intemperie, a veces perdidos en la inmensidad, otras buscando animales desprendidos de la tropa y siempre manteniendo alejados a los pumas que merodeaban el rebaño.” (Diario La Nación, 3/3/2007).
El naturalista Enrique Burmeister, en una de sus exploraciones, se encontró con el arreo en enero de 1889, bordeando el río Chico, y estimó que llevaban cerca de cinco mil cabezas, entre ovejas y carneros.
Las posibilidades para los primeros colonos de proveerse de ganado eran pocas: la región magallánica, las islas Malvinas o la zona próxima a Carmen de Patagones.
El primer gobernador de Santa Cruz, Carlos María Moyano, promovió la compra en las islas y llegó a casarse con una joven malvinera. Las primeras ovejas tuvieron ese origen y alcanzaron a medio millar.
Magallanes muy pronto saturó su oferta. Los poderosos ganaderos, que tenían su centro de operaciones en Punta Arenas, privilegiaron el poblamiento de sus extensos campos a ambos lados de la frontera. Para comprarles había que aceptar condiciones leoninas.
El arreo por la meseta patagónica desde Río Negro fue la opción elegida por los pioneros de la ganadería santacruceña.
El recorrido de esos dos mil kilómetros involucraba una organización bastante aceitada para contar con arrieros expertos. Entre los principales riesgos que debían enfrentar estaba la mortandad de los animales, por agotamiento, hambre, robos y acción de los predadores. También, las enfermedades del personal que debía soportar esa travesía.
Originado en esas fuentes de aprovisionamiento, en poco tiempo (de 1895 a 1914), el número de cabezas en Santa Cruz se disparó de unas 370 mil cabezas a cerca de cuatro millones.
