Historias Mínimas

Sueño trunco

28/08/2014
P
or Norman Munch

Faltan cinco minutos y vamos cero a cero. El partido es trabado, mucha lucha y poco juego, como toda final. Un calco de los dos que jugamos durante la etapa clasificatoria. Está nublado, el cielo de un gris casi negro, ni frío ni calor, la cancha pesada porque llovió los dos días anteriores. Un sábado perfecto para jugar al fútbol.
El diez nuestro me busca con la mirada, me encuentra otra vez tirado por la izquierda y por enésima vez lanza el pase por abajo.
De espaldas lo intuyo al cuatro rival, que me tuvo de hijo toda la tarde. Pero esta vez abro las piernas, dejo pasar la pelota, giro y me le voy por un costado, dejándolo desairado.
Encaro en diagonal para el medio y lo veo al central de ellos, un pelado inmenso de pierna feroz, salirme al cruce decidido a no dejarme pasar. Amago con irme por afuera pero engancho para adentro y después sí me voy camino el área grande, sin oposición.
El arquero, desesperado, sale a achicar. Entonces, cuando lo tengo a unos diez metros, freno levemente mi carrera, me inclino sobre mi izquierda y defino suave de derecha.
La pelota viaja parsimoniosa rumbo al arco, intuyo el gol, levanto los brazos para empezar a festejar, escucho detrás de mí el grito de mis compañeros, somos campeones.
–¡¡Levantáte de una vez nene, de nuevo vas a llegar tarde a la escuela!!
Sobresaltado por el grito de mi vieja me incorporo de un salto y en cinco minutos me visto y desayuno.
Le hago firmar la libreta de inasistencias por la enésima tardanza en lo que va del año, me pongo la corbata de nudo eterno y voy a la parada a esperar el colectivo que me llevará rumbo al glorioso Comercial Domingo Silva. Me esperan dos horas de Matemáticas, dos de Historia, una de Instrucción Cívica, y para terminar una de Merceología.
Esa noche volví a soñar, y la siguiente, y otra más. Y así hasta hoy.
Me soñé superhéroe, soldado en una trinchera, rockero, poeta, verdugo, libertino, sacerdote, astronauta. Soñé con el infierno, con Dios, con la eternidad. Soñé con los muertos y con los vivos.
Soñé historias de finales felices, de finales abiertos, de finales inesperados y hasta sin final. De ciencia ficción, de guerra, de amor, de futuros oscuros.
Soñé en blanco y negro, en colores, en sepia. Soñé todo tan claro y real. Y a veces tan borroso, como en tinieblas. Soñé y desperté angustiado, deprimido, asfixiado, exaltado, feliz, completo.
Desde esa vez tuve millones de sueños.
Pero nunca, por más que lo intenté, volví a soñar con aquél partido, con aquélla jugada, con aquélla pelota a punto de cruzar la línea de gol.

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