Colaboración

Urnas móviles

19/04/2015
P
or Alejandro Rojo Vivot

Argentina, desde sus orígenes, estableció la importancia del voto y fue progresando en tal sentido como la mayoría de los países, recordando que aun en el siglo XXI quedan en el mundo algunos resabios de sistemas autoritarios, de partidos únicos, con apoyo corporativo de las fuerzas armadas.
El Estatuto de Santa Fe (1819), cuando esa Provincia era un Pueblo Libre, federado a la por entonces Liga de los Pueblos Libres, estipuló que “El primer derecho y deber del pueblo es elegir un Caudillo”.
La efímera Constitución de 1826 puntualizó uno de los tantos principios que se mantuvieron en los posteriores textos: “Los hombres son de tal manera iguales ante la ley, que ésta, bien sea pena preceptiva, o tuitiva, debe ser una misma para todos, y favorecer igualmente al poderoso que al miserable para la conservación de sus derechos”. La Declaración Universal de los Derechos Humanos proclamó la igualdad de derechos y dignidad sin distingo alguno.
También es importante recordar que, los que aspiran ser elegidos necesitan inexcusablemente de la adhesión de cada uno de los electores en algún determinado; lo mismo para mantenerse como, por caso, ante un proceso de revocatoria de mandato.
Entonces, la cuestión de la cantidad es gravitante en cualquier carrera política: los votos se ganan de a uno y la suma final hace la diferencia.
Con frecuencia, los mensajes y promesas electorales muy generales o neutros poco impacto produce, por eso se buscan estratificar las campañas por sectores de interés, género, edad, actividades, etcétera, incluyendo en la planificación la variable cantidad y, desde luego, el foco y la inversión en cada sector.
Los grupos humanos más numerosos y con notoria visibilidad pública, casi siempre, atraerán particularmente la atención de los que necesitan captar el mayor número posible de votos.
El voto es obligatorio (CO Ushuaia, Art. 217) y el sistema electoral debe ajustarse en tal sentido; la ordenanza 2578 lo reitera (Art.3 y 13) pero estipuló que quedan, optativamente, exceptuados de la obligación los mayores de 70 años de edad, los enfermos o imposibilitados a concurrir a votar (Art. 13); es verdad que cuantitativamente son relativamente pocos y que existe una cierta resignación en algunos de los incluidos en la solución facilista, aunque refuerce la desvalorización social de los mismos.
Además de que se conculcó lo establecido en una norma de mayor jerarquía, primó el criterio paternalista y el concepto estático de la inmovilidad de las mesas electorales.
Los partidos políticos están facultados a facilitar a los electores “la emisión regular del voto” (Art.10) y lo hacen siempre con gran despliegue de recursos. Además se pueden establecer puestos habilitados en los centros de salud con internación y mesas móviles domiciliarias interconectadas de tal manera que se registren adecuadamente los votos emitidos, sin que exista la posibilidad de duplicación. Seguro, que en siglo XXI la informática es una gran aliada para la transparencia y el involucramiento cívico.
¿Qué se generaría? Realzar el extraordinario proceso de democracia directa emitiendo un férreo mensaje: todo voto vale y mucho, su participación es importante, bienvenidos todos los electores sin distinción alguna, los enfermos, imposibilitados de trasladarse y las personas mayores de 70 años, en igualdad de dignidad, contribuyen activamente al desarrollo integral de la democracia.
Además se estará propalando: estamos a su disposición y realizaremos todos los esfuerzos necesarios para contar con su aporte electoral y se acrecentará la visibilidad de quienes, posiblemente, menores atenciones activas reciben en cuanto a los derechos ciudadanos; es lo contrario de la pasividad endilgada y, a veces, asumida como destino de las antiguas tragedias griegas.
¿Se imaginan si, en una escuela habilitada, un elector ingresa en camilla para emitir su voto en la correspondiente mesa?; es casi seguro que muchos de los presentes lo aplaudirán de pie y, hasta, le cederán el puesto en la fila; mientras se realiza el procedimiento de rigor, muy posiblemente, pensará: soy protagonista, estoy contribuyendo, soy feliz. Además, qué duda cabe, se revisarán las plataformas electorales, los próximos debates políticos será distintos y la sociedad mucho más inclusiva.
Estamos en el siglo XXI, que bien vale vivirlo plenamente.

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