Columna de Historia

La subprefectura de Ushuaia

27/04/2015
P
or Lucas Potenze (*) (Especial para El diario del Fin del Mundo)
 
Como decíamos en un artículo anterior, a partir de 1884 la Patagonia entra en una nueva era con la  sanción de la Ley 1532 por la que se creaban los territorios nacionales.   Finalmente la República Argentina se hacía cargo de toda su geografía y el gobierno creaba un marco institucional bajo el cual se realizaría la colonización y el desarrollo de ese inmenso espacio.  Los pueblos aborígenes quedarían relegados a vivir en misiones, reducciones, o ser enviados a la milicia o a trabajar en las tareas rurales en que se requería mano de obra dócil y barata.
En la ocupación del territorio, tuvo especial relevancia la acción de la Armada y el Ejército, ya que se encargó a estas instituciones las tareas de llevar a la práctica la política del gobierno nacional.  En efecto: todos los primeros gobernadores de los territorios patagónicos fueron oficiales en actividad y con alguna experiencia en las exploraciones anteriores y en la lucha para someter a los aborígenes.
En La Pampa, fue designado como gobernador el general  Juan Ayala, hasta entonces comandante de la frontera del Río Quinto, quien instaló su capital en el pueblo de General Acha, fundado en 1882 por otro militar, el general Manuel Campos. En Río Negro continuó el gobernador del territorio de Patagonia, coronel Alvaro Barros, y la capital, localizada desde 1878 en Carmen de Patagones, quedó en el barrio de la margen sur del río Negro, bautizada en 1880 con el nombre de Viedma. En Neuquén fue nombrado el Coronel Manuel José de Olascoaga, veterano explorador y guerrero en la ocupación de la zona, quien fundó la ciudad de Chos Malal,  capital del territorio entre 1888 y  1904, en que el gobierno se trasladó en el pueblo de Confluencia, actual ciudad de Neuquén.  En Chubut existía desde 1865 la colonia galesa en el valle inferior del río homónimo, y ya en 1879 se había creado una subdelegación marítima en el poblado de Rawson, en la desembocadura del río: allí se instaló la capital del territorio y su primer gobernador fue el Teniente Coronel Luis Jorge Fontana, quien se había destacado como explorador,  escritor y naturalista, además de haber participado en la guerra del Paraguay y en la ocupación de Formosa y el Chaco. También en Santa Cruz la capital se emplazó en la Subdelegación Marítima que existía en la desembocadura del río del mismo nombre desde 1877.  Su primer gobernador fue un oficial de marina quien se había hecho conocer por sus exploraciones del territorio, el teniente Carlos María Moyano.  Sólo en 1888, bajo el gobierno de Ramón Lista, la capital se trasladó a otra dependencia marítima, en Río Gallegos.
Sólo en Tierra del Fuego, al momento de organizar el territorio, no existía ninguna dependencia del gobierno nacional y tampoco había ningún pueblo fundado en la isla como punto de referencia para instalar un gobierno; pero desde fines de 1882 existía una ley que preveía  el establecimiento de dos subprefecturas marítimas, una en la Isla de los Estados y otra en la Isla Grande,  que, además de ayudar a la navegación y socorrer a los posibles náufragos, significara una ocupación efectiva del territorio.
A tal fin, el gobierno creó una comisión para estudiar la factibilidad y la mejor manera de llevar a cabo estas acciones, integrada entre otros por Carlos María Moyano y Augusto Lasserre, buenos conocedores de las tierras y mares australes, quienes aconsejaron sobre los medios de comunicación y movilidad que deben tener las fundaciones, su mejor ubicación y las características de sus futuras dotaciones; señalaron la importancia de tener una flotilla estacionada en la zona que permitiera las comunicaciones con el continente, sugirieron que en las dotaciones hubiera una cantidad importante de presos que tuvieran algún oficio manual útil, recordando el proyecto elevado por Roca al Congreso de crear una colonia penal en la Tierra del Fuego y, en cuanto a la ubicación destacan la importancia de la erección de un faro en la dependencia de la Isla de los Estados, cuyo mejor emplazamiento sería el  puerto de San Juan de Salvamento y respecto a la de Tierra del Fuego proponen instalarla en San Sebastián o en la Bahía de Buen Suceso, en la península Mitre.  Los criterios que debían ser tenidos en cuenta para definir el lugar eran el auxilio a la navegación, la calidad del puerto, la proximidad al derrotero habitual de los barcos que se atrevían en la zona y que fuera un lugar apto para la colonización. 
Se designó como comandante de la expedición al comodoro de marina Augusto Lasserre y como jefes de las subprefecturas al capitán  Félix Paz para la de la Isla de los Estados y al subprefecto Antonio Virasoro y Calvo para la de Ushuaia.  La flotilla estaba integrada por cuatro barcos,  el buque insignia que era la cañoneraParaná, el buque-escuela Cabo de Hornos; el transporte Villarino, el aviso Comodoro Py y los cúteres Patagones, Santa Cruz y Bahía Blanca, y recibió el título un tanto pomposo de División Expedicionaria al Atlántico Sur. Entre la oficialidad, marinería y el personal destinado a las nuevas fundaciones, viajaban más de trescientos hombres.
En abril de 1884, llegaron al puerto de San Juan de Salvamento, donde se aplicaron a la construcción de los edificios de la subprefectura y del faro.  Según los informes del comandante, tuvieron que trabajar en condiciones extremas de frío, viento y lluvia, pero igualmente procedieron a su inauguración oficial en una fecha simbólica: el 25 de mayo.   De todos modos, los trabajos continuaron hasta el mes de septiembre, fecha en la que cuatro de las naves continuaron hacia el Sur y penetraron en el Canal Beagle.
Al partir la “división”, aún no estaba definido cuál sería el lugar donde se instalaría la subprefectura, y en realidad no ha quedado ningún documento sobre los motivos que llevaron a Lasserre a elegir la bahía de Ooshovia (como se designaba a Ushuaia en los mapas de la época).  Pero podemos hacer una deducción, a partir de los objetivos de la empresa.  Según Arnoldo Canclini, la erección de la subprefectura significaba la afirmación de la soberanía nacional en la zona; terminar así las dudas pendientes luego del tratado con Chile en 1881 y ejercer el dominio por medio de una subprefectura, pero tal vez haya que agregar la desconfianza que podía sentir Lasserre ante la presencia de la misión anglicana.  El comodoro era uno de los pocos argentinos que habían estado en las Malvinas, y sus comentarios sobre la situación en las islas fueron publicados en 1869 dentro de un editorial del diario El Río de la Plata, dirigido y redactado por José Hernández.   El sugestivo título de esta publicación era Malvinas: cuestiones graves, y fue uno de los contados llamados de atención sobre la ocupación inglesa en las islas durante aquellos años en que las relaciones con ese imperio eran tan amistosas.  Es verosímil entonces que Lasserre desconfiara de la presencia de los misioneros británicos y se decidiera por el emplazamiento en nuestra bahía, conveniente no sólo por ser un puerto seguro y tener un territorio apto para la colonización, sino también por estar frente a  la misión anglicana y cerca de la frontera con Chile.
El 28 de septiembre la flotilla llegó a la zona y el Reverendo Bridges junto con otros dos misioneros fueron a bordo de la Paraná,conocieron a Lasserre y se entendieron de inmediato superando cualquier desconfianza que hubiese existido de cualquiera de las partes.  Bridges le manifestó su beneplácito por la llegada de los argentinos y Lasserre quedó encantado por los trabajos que se realizaban en la misión y le manifestó por escrito la intención del gobierno nacional de prestarle todos los auxilios, ayuda y protección que hicieran falta.  Sin embargo, en la citada nota hay una frase sugerente, cuando dice que “penetrado de los beneficios de su misión sagrada, [le manifiesta] la seguridad de la protección del Gobierno en todos aquellos casos compatibles con las leyes que rigen en nuestro país…”   
Por otra parte,  ambos coincidieron en el peligro que iba a significar para los aborígenes la presencia de un grupo de personas que no eran precisamente filántropos (según escribió uno de los oficiales de la división, Federico Spurr, se trataba de “la recua de atorrantes que sacan de los caños de la capital”) y es posible que ya en ese momento el Reverendo haya comenzado a cuestionarse la utilidad de su presencia en la misión dadas las nuevas circunstancias.  En cuanto a Lasserre, envió una orden disponiendo que ningún individuo de la subprefectura debía pasar a la zona de la Misión sin autorización del jefe de aquélla, quien deberá hacerlo con acuerdo de los misioneros; que se deberían atender todas las quejas que interpusieran indios, indias o alguno de los misioneros por cualquier tropelía o abuso que se hubiera realizado sobre ellos; que todo trabajo de cualquier personal indígena catequizado debería ser siempre remunerado y en ningún caso impuesto, y la prohibición de todo tráfico de bebidas alcohólicas con los indígenas y de cualquier negocio con ellos sin anuencia de los misioneros. Dicha orden finaliza diciendo:  “La mansedumbre de los indígenas, así como su extremada miseria, impone a todos el deber de auxiliarlos en lo posible, contribuyendo cada empleado, en lo que pueda, a su civilización”.
La dotación comenzó a levantar los edificios de la subprefectura, aproximadamente donde  hoy está el monolito que recuerda la fundación, y el 12 de octubre, cuarto aniversario de la asunción a la presidencia del General Roca, se realizó el acto solemne de izar por primera vez –oficialmente- la bandera nacional en la Tierra del Fuego.
Quedó como primer jefe, D. Antonio Virasoro y Calvo al mando de una dotación de cuarenta y cuatro hombres, y, tras dejar los trabajos encaminados, Lasserre dejó la bahía para dirigirse a Punta Arenas. Thomas Bridges se ofreció a servirle de práctico en la travesía y ambos fueron recibidos con muchas atenciones por el gobernador de la provincia chilena, D. Francisco Sampaio, según destaca el informe oficial.  Luego, Lasserre emprendió el regreso y Bridges volvió a Ushuaia en el aviso Comodoro Py, que quedaría como buque de estación para las comunicaciones entre Ushuaia, Punta Arenas y San Juan de Salvamento.
A su llegada, se encontró con una realidad horripilante:  una epidemia probablemente de sarampión, había hecho estragos entre los aborígenes de la misión causando la muerte de muchos de ellos. No es difícil suponer que la enfermedad había llegado con alguno de los miembros de la subprefectura, con lo que se comenzaban a cumplir los temores de Bridges y Lasserre.
 
(*) Historiador. Profesor de Historia.