Estudio estadistico de suicidios en Ushuaia

Tomando conciencia de la realidad para asumir acciones preventivas

13/11/2005
E

l médico forense del Distrito Judicial Sur, Carlos Gervasoni, dio a conocer un estudio estadístico sobre suicidios en Ushuaia, que realizó con el fin de ser presentado en el Congreso Internacional de Ciencias Forenses que se realizó en Mar del Plata el año pasado.
En ese sentido, Gervasoni indicó a el diario que ante el impacto de los suicidios en nuestra población en el informe se ha buscado estudiar las motivaciones y otras variables con fines quizá predictivos pero, especialmente, preventivos. Surgió un trabajo presentado en 2004 en Mar del Plata en un Congreso Internacional de Ciencias Forenses sobre los suicidios en el período noviembre 95 a marzo 2003.
Las implacable estadísticas nos mostraba ya que en 1996 la tasa promedio de suicidio en Argentina en 1996 era del 6,52% (según el Ministerio de Salud Pública y Acción Social 1996) en tanto que para Tierra del Fuego, en el mismo año, era del 7,37%, ubicándose en el 10º lugar entre las provincias de Argentina. Pero si tomábamos en cuenta sólo el rango que va de los 45 a 54 años, la tasa promedio nos ubicada en el triste 2º puesto entre demás las provincias, con un 7,37% inmediatamente detrás de la que ocupaba el 1er. lugar, la Provincia de La Pampa, con 10,10%".
El forense aclaró que esta mayor incidencia en la tasa la comparte con el resto de las provincias patagónicas.

Conclusiones

A modo de conclusión del informe, notó un predominio en varones; edades más afectada las de la etapa más productiva, que va de los 20 a 49 años. En ese sentido, fue notorio el predominio del año 1997, posiblemente, debido a factores propios de la década caracterizada por el desempleo y la precariedad laboral, así como la caída de los salarios; con el consiguiente empobrecimiento de muchos sectores afectando con ello su vida social, económica y cultural sumada quizá a factores propios psicológicos, genéticos, biológicos y socioculturales.
La mayor frecuencia de suicidios se veía en primavera, y esto podría tener que ver con cambios meteorológicos (factor telúrico) que aún resta estudiar ya que, en psiquiatría, son conocidos los episodios distímicos con crisis de ansiedad, especialmente, con frentes fríos; trastornos de personalidad y aumento de los suicidios con advección caliente y, las depresiones graves, con algunos tipos de viento y advección caliente, sin olvidar la ubicación de Ushuaia en una zona de bajas presiones atmosféricas (990 hectopascales promedio) que también podría haber tenido algún tipo de influencia.
Se observó prevalencia de métodos duros, llamando la atención la gran cantidad de ahorcaduras sobre las otras modalidades. En casos de arma de fuego, que representó el 2do. método elegido, fueron fundamentalmente de puño. La tercera fue la sumersión, mostrando exclusividad en individuos mayores de 76 años, todos en agua de mar (Bahía) lo que atribuimos a su proximidad en relación a los ríos que, además, no son profundos.
Entre las causas que llevaron a la determinación del suicidio se observó que la enfermedad psiquiátrica representaba el mayor número, seguido por la depresión, etiología y la esquizofrenia.
La separación de pareja fue el segundo motivo en importancia para llevar a este tipo de determinaciones. Entre otras causas también se observaron las siguientes: deudas, hastío de la vida, adulterio, alcoholismo, desempleo, detención por robo, aplazo en examen secundario, desengaño amoroso, etc.
La muestra ratificaba el bajo porcentaje de suicidas que dejan notas, pero sí fue importante el porcentaje de personas que hicieron comentarios previos de su intención suicida por lo que debería llamar la atención como aspecto preventivo, así como también el antecedente de intentos previos.
En otro orden de cosas, se observaba al domicilio como el lugar más elegido y la realización del acto en soledad.

La prevención

Del estudio, si bien al principio tenía sólo el fin estadístico, surgían patente factores posibles de modificarse y otros que no. Los no modificables eran los genéticos, geográficos y climáticos, pero incluso éstos quizá podrían tener menor repercusión con una fuerte actuación sobre otros que se perfilan como modificables.
Es evidente un factor sociocultural, de fuerte impacto, que puede ser influenciado por: el asilamiento, por el desarraigo, quizás puede ser contrarrestado con programas de facilitación de reencuentros parentales; planes para arraigar facilitando el acceso a las viviendas; fortalecimiento de los lazos familiares y asistencia a parejas en crisis; estimulación de actividades grupales ya en recreación o como terapia laboral; incentivo para una mayor actividad al aire libre. Desde la educación se puede fomentar el diálogo intrafamiliar como manera de resolver conflictos, inculcar valores perdidos por una sociedad en un mundo individualista falto de solidaridad; educar a los educadores, padres y a la sociedad toda en la detección de factores de riesgo, no para judicializar casos, sino para actuar desde la solidaridad dando o buscando la ayuda adecuada.
En el plano de la salud y la educación, contar con el personal adecuado en número, adiestramiento y con actualización permanente para atender los requerimientos de las patologías o con factores predisponentes y de aquellas personas con mayores riesgos.
Pero en esta realidad, no sólo están involucrados los profesionales de la salud o los educadores, también las entidades religiosas, deportivas, organizaciones no gubernamentales, que pueden aportar soluciones. Es evidente que la sociedad toda debe actuar de una u otra manera para cambiar esta realidad.
"Pensar que sólo el médico o el psicólogo o el religioso o el gabinete psicopedagógico harán todo, es necedad. La sociedad debe cambiar. Yo debo cambiar. La sociedad debe transmitir en sí misma que vale la pena vivir, pero para esto debe presentarse ella misma con imagen coherente de vida, de esperanza, con valores superiores a los que el mundo ofrece, de fácil solución a la manera del "pare de sufrir"; una imagen diferente a un mundo que no admite la frustración o la derrota. Una imagen que refleje al resto de los individuos que la vida merece ser vivida intensamente aún con las limitaciones, teniendo una mirada superadora, donde no hay cabida para vivir adolescencias tardías o desentenderme livianamente de los compromisos asumidos o de las responsabilidades de la existencia", señala Gervasoni.