l homicidio cometido por Betanzo Basconcel no ha sido el único hecho o incidente que involucró a efectivos de la Policía de la Provincia y sus armas reglamentarias, según consta en los registros periodísticos.
El fallo que la jueza María Adriana Rapossi emitió días antes de la feria pone una vez más el acento sobre los análisis psíquicos que deberían practicársele a los uniformados antes de entregarle un arma para la prevención de los delitos. De hecho la magistrada enfatiza el deber del Estado en los análisis psico-físicos sobre los agentes, como requisito previo para portación y la manipulación de las pistolas reglamentarias.
En los últimos años los registros demuestran que en la provincia hubo graves episodios protagonizados por policías y sus respectivas armas reglamentarias. Por ejemplo, el 12 de marzo de 2000, el suboficial Mario Daniel Leites, se presentó en la casa de su hermano (en Ushuaia), Nicolás Orlando, también integrante de la fuerza, y tras discutir le disparó a quemarropa, quitándole la vida. Fue condenado a 15 años de prisión.
En Río Grande también se dieron hechos de considerable violencia. El 2 de agosto de 2001, el cabo primero de la Policía Provincial, Jorge Saldivia, mató de dos balazos a Cristian Silva, un joven que días antes había salido de la unidad de detención de esa ciudad. El uniformado ingresó a la rotisería "La Nueva Piamontesa", donde Silva estaba comiendo, y tras recriminarle algunas actitudes, lo asesinó. Según se dijo en su momento, el efectivo policial se encontraba bajo tratamiento psiquiátrico aunque igualmente portaba su arma reglamentaria.
Accidentes fatales
En 2002 la capital fueguina también fue escenario de un homicidio, aunque de características culposas, según quedó demostrado en la Justicia. El 18 de septiembre de ese año el cabo Pablo Gabriel Gómez limpiaba su arma reglamentaria cuando se le escapó un tiro que terminó con la vida de Natalia Vanesa Cárdenas, su mujer. El episodio sucedió en la vivienda que ocupaba la familia en el barrio Los Fueguinos.
La Escuela de Policía de en Río Grande también fue escenario de varios episodios accidentales por impericia en el manejo de armas. La muerte de la cadete Griselda Caballero en 2000 luego de que a un compañero, Darío Gastón Proietti, se le escapara un disparo, fue el inicio de una serie de incidentes en esa institución. Se sumaron luego disparos de itaca durante una guardia nocturna en un confuso episodio. Incluso llegó a ser intervenida la institución.
Por otra parte, un instructor de Gendarmería Nacional también resultó herido de bala mientras daba un curso de tiro a efectivos de la Policía provincial. A un oficial de la fuerza se le escapó un disparo que lesionó levemente al integrante de la fuerza fronteriza.
El 25 de mayo de 2004 una agente resultó herida en Ushuaia. Iba acompañada por un sargento en un automóvil particular cuando a su compañero se le disparó el arma y resultó herida en una de sus piernas.
Más disparos
El 28 de agosto de 2004 un efectivo policial protagonizó un incidente en Río Grande. Según indicaron los medios riograndenses, el sargento Héctor Noriega mantuvo una discusión con una persona y efectuó un disparo dentro de su domicilio. El hecho no pasó a mayores.
En tanto, el 17 de febrero de 2006 un integrante de la fuerza atentó contra su propia vida. El sargento Virgilio Sotelo, de 38 años, que vivía en el barrio Aeropuerto de Río Grande, se quitó la vida. El hecho se dio a poco de haberse separado de su esposa.
Por último, esta semana volvió a darse un episodio violento en la ciudad de Río Grande. Según dieron cuenta medios de esa ciudad, el sargento Darío Morel le disparó en ocho oportunidades a su esposa, también efectiva de la institución. El hecho se dio tras una discusión de pareja, aunque por fortuna –o por falta de puntería– la mujer pudo escapar ilesa.
Como se puede observar, los registros periodísticos demuestran muchos episodios de esta naturaleza: intencionales, como en el caso de los homicidios; accidentales, por impericia o negligencia, como en los hechos culposos; y otros dolosos, que por fortuna, han sido balas que no dieron en el blanco. Cabe preguntarse entonces: ¿Toma la Policía todos los recaudos antes de darle una pistola a un agente?