Avión anfibio vino a Ushuaia para quedarse
Propiedad de Roberto Buffet

Avión anfibio vino a Ushuaia para quedarse

15/07/2007
P

or primera vez un avión anfibio tiene asiento en Tierra del Fuego. Sólo hay dos o tres del mismo tipo en toda la Argentina, pero éste es el único en condiciones de volar actualmente. Y es propiedad de Roberto Buffet, director de la concesionaria Citroën, quien viajó de Buenos Aires a Ushuaia durante cuatro días. 
La aeronave permite trasladarse en el agua debido a su estructura parecida a un casco de barco y sus ruedas retráctiles, que también brindan la posibilidad de caminar por tierra. Es el único anfibio de un solo motor certificado por la FAA (Federación Argentina de Aeromodelismo), y cuenta con lugar para 4 tripulantes, pero Roberto hizo en soledad por lo menos la mitad del recorrido hasta la capital de la provincia.
Algunos años atrás, un francés había llegado desde Alaska en un vehículo de iguales características, acompañado de su mujer y sus tres hijos. Y a pesar de que se abrió una posibilidad de compra, en esa oportunidad, los problemas para nacionalizar la unidad, el gasto en patentes y las reparaciones que iban a ser necesarias terminaron por frustrar la operación.    
Ahora, el anfibio descansa en suelo fueguino y está pronto a comenzar una vida de entradas y salidas a los lagos y lagunas más australes. Carlos Campos había sido uno de los dueños anteriores, un conocido aeronauta que residía en San Martín de los Andes y falleció cuando intentaba rescatar en un helicóptero a un turista de Francia que había muerto ya por el frío, mientras escalaba una montaña. 
De los 1000 que se produjeron para todo el mundo, sólo 15 desfilaron por el espacio aéreo argentino. Levanta unos 75 nudos, y claro está que por su tamaño se encuentra condicionado por el viento. "Cuando el viento viene de cola va muy rápido y cuando viene de frente mucho más lento", revela Roberto Buffet, descubriendo el alto grado de "hazaña" que de por sí tiene emprender un viaje tan largo (de Buenos Aires a Ushuaia) a bordo del avión.
La mayoría del tiempo, el traslado fue a 1000 pies de altura (unos 300 metros), pero sobre el Estrecho de Magallanes las alas de este anfibio se abrieron para llegar a los 7 mil pies. Antes, había pasado por un año y medio de trabajos de taller, donde fue desarmado completamente y posteriormente reensamblado, en los talleres de Morón, a cargo de Edgardo Manzano.
Al ingresar a la oficina de Roberto Buffet, es fácil percatarse de que no por casualidad se termina piloteando un avión para unir 3 mil kilómetros. Las maquetas de aviones de distinto tipo parecen saludar desde sus cómodos lugares en las repisas, incluso alguna simula aquella aeronave que trajo a Boca Juniors como campeón intercontinental en su momento.   
La pasión por los aviones nació hace más de 30 años atrás, según cuenta Roberto, y el tiempo no logró mermar esa inquietud, sino potenciarla para hacerla realidad: "El tema mío, aeronáutico pasa por el año 1974, cuando realicé el curso como piloto privado, y desde esa fecha nunca dejó estar prendida en mí la llama de poder tener una aeronave para poder utilizarla y volar".
"Pasó mucho tiempo y hace un par de años que pudimos comprar el avión y repararlo, haciéndole la reconstrucción total, y ya con la máquina terminada inicié la llegada para Ushuaia, el lugar donde pienso mantenerlo estable", cuenta el piloto. Y agregó que "cuando estás volando pasan muchísimas cosas por la cabeza".
Roberto calificó ese viaje como algo "anhelado" y dijo que "ese tiempo de traslado alcanzó para recordar todo lo pasado y toda la ayuda que recibí de muchos amigos, para poder llegar a conseguir lo que quería".
Además, respecto de su hazaña señaló que en ningún momento pensó que no llegaría a destino, sino "todo lo contrario", porque "más se aproximaba el fin, más contento estaba".
"Era muy lindo, con una altitud baja, debido a los vientos, volar a mil pies", relató el aviador, y destacó que "se podían ver muy cerca las estancias, los cruces ferroviarios y las carreteras, desde las ciudades que uno trata de no sobrevolar demasiado hasta el cruce del Estrecho Magallanes, que fue lo más importante que he tenido que sortear en el viaje".