Desde la Ushuaia de 1960

Un joven vecino fueguino, una pequeña moto y un viaje hacia Alaska

31/08/2010
E
l próximo 19 de noviembre se cumplen 50 años del primer viaje en motocicleta que unió Ushuaia con Alaska. Fue el vecino de Río Grande Juan José Degratti quien realizó la hazaña a la edad de 23 años, recorriendo 28.800 kilómetros de aventura en 32 meses. Ahora, el jubilado que pronto cumplirá 74 años, pretende conmemorar el singular aniversario colocando una placa recordatoria en la plaza cívica de la capital de Tierra del Fuego, lugar donde arrancó su moto marca Alpino, de tan solo 175 c.c., a las 9:45 de ese histórico día de 1960.
Luego fueron varios los personajes que concretaron la maravillosa “locura” de recorrer el continente americano en toda su extensión: un estadounidense a bordo de una gran Harley Davison; el intrépido deportista suizo Jean–Philippe Patthey, que batió un récord Guinness manejando su bicicleta reclinada; el ciclista aleman de 68 años; y la particular familia argentina que incluso vio nacer a uno de sus hijos sobre los asientos traseros de un auto antiguo con ruedas de madera, son algunos ejemplos. Sin embargo, el tiempo seguramente inmortalizará que la primera edición de tamaño emprendimiento fue muchos años antes, a cargo de un habitante de la provincia más austral del mundo.
Al momento de partir, Degratti era trabajador del petróleo en la firma Tenesee, después participó de la fundación del sindicato del sector y actuó también como secretario general de ese gremio. El por entonces joven rosarino residente en la ciudad del norte fueguino atravesó unos 16 países para lograr su cometido y llevar tranquilidad a su consciencia, que había sido desafiada por su propio padre cuando este lo increpó por pensar en renunciar al sueño, arrastrado por un romance con una “linda rubia” santafesina.
Y las anécdotas traídas de la memoria a la realidad en chamuscadas fotografías y escritos de época son todas las que se puedan imaginar: desarmar la moto para cruzar los ríos más fantásticos, como el inconmensurable Titicaca del altiplano y el Tumbes de Ecuador; dormir a la intemperie mientras un nativo lo cuidaba caminando en círculos a su alrededor; sobrevivir a un presagiado terremoto en Colombia y a una erupción volcánica de 4 días en Guatemala, de donde salió con el mote de “expulsado” porque había permanecido más de los 15 días legales en razón de conocer a una chica que estuvo a punto de impedir que su viaje concluyera tal como estaba previsto; pasar por la mágica Medellín que vio morir al legendario cantante de tango Carlos Gardel; amanecer junto a la tumba de Ceferino Namuncurá; dialogar con los bolivianos que hablan quechua en función de una lista de algo más de 20 palabras clave con las cuales poder pedir alimento, datos y orientación; la demora de 5 meses en Cali, oficiando de bombero improvisado, debido a problemas con la moto; salir de Bogota y ser detenido por un grupo de guerrilleros comandados por el capitán Centella, quienes lo dejaron continuar después de algunas preguntas y luego acribillaron a balazos a todos los tripulantes de un colectivo que viajaba apenas unos kilómetros detrás; cruzar el canal de panamá en un buque de la armada colombiana; o incluso que el club de ciclistas de Perú hiciera una colecta para poder comprarle elementos del vehículo y en la convocatoria solidaria anunciaran la necesidad de ayudar a “El Che”, haciendo un paralelismo con el gran revolucionario argentino.
En las notas presentadas al Municipio de Ushuaia y al Estado Provincial, Juan José Degratti recuerda que fue alentado a llevar a cabo su propósito por palabras del propio gobernador del territorio capitán Ernesto M. Campos; y las dos ruedas que llegaron hasta Fairbanks en Alaska, en medio de tal vez la misma nevada que lo despidió de la capital más al sur del planeta, fueron donadas por un antiguo poblador de la familia Padín y por Adolfo Sciurano, quien más tarde fuera delegado presidencial en la zona.
Diez años después de haber conseguido lo que muchos desean y pocos emprenden, la desgracia pudo haber borrado las pruebas de la hazaña pero, afortunadamente, no fue así. En 1972, un incendio en su vivienda de Río Grande provocó la destrucción total de sus bienes, pero entre los escombros Degratti encontró el inmenso álbum de fotos y recuerdos que había juntado de sus días de viajero. Hoy, camina portando bajo el brazo dos carpetas llenas de imágenes y textos del pasado, esperando una respuesta de la siempre lenta burocracia estatal.