Punto de Vista – escribe Guillermo Worman

La Carta Orgánica Municipal: entre la negligencia de la política y el desgano de la sociedad

25/04/2011
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or Guillermo Worman

Falta un año para el decenio de la Carta Orgánica Municipal. El próximo 28 de marzo, rememorando los diez años de su sanción, Ushuaia tendrá que rendirse examen así misma sobre la relación entre lo que tendría que haber hecho y lo efectivamente cumplió. En la tarea no tendremos evaluador. Haremos un rápido chequeo entre los principales puntos y, de esa simple revisión, saldrá el resultado.
Diez años será tiempo suficiente para dejar de justificar los incumplimientos.
Por el decenio habrán transitado dos gestiones completas y la mitad de una tercera. Cuatro conformaciones distintas del Concejo Deliberante. No habrá un responsable a quien premiar (esto es sano) ni tampoco a quien culpar (esto también). Será la comunidad de Ushuaia y su dirigencia la que se mirará así misma frente a un espejo.
Nuestra Carta Orgánica es considerada, aún, a varios años de su sanción, la más moderna, participativa y dinámica del país. Lo dicen fuera de Tierra del Fuego. La usan como referencia obligada en cada nueva estatuyente y en las sucesivas reformas que se van produciendo en el país. Y aunque parece que no la merezcamos, debiera ser un motivo de orgullo institucional.
Una obviedad a esta altura: las normas están hechas para ser cumplidas, sobre todo para quienes las aprobaron. Puede haberse cometido errores en la incorporación de algunos nuevos mecanismos e institutos. Para eso está prevista la enmienda o la reforma como mecanismos de actualización. Sin embargo ninguna de ellas se puso en marcha. Así, mal que incomode, la totalidad de la Carta es mandato institucional plenamente vigente. Salvo cumplirla, no hay más alternativa.
Ahora, en breve, presenciaremos el desfile de reproches y justificaciones en el paisaje de la campaña electoral. En el medio, fuera de la histeria que busca seducir electores, la enorme mayoría de los candidatos no ha prestado ni la más mínima atención a las obligaciones de la ciudad. La han desatendido, si se quiere. Coyuntura próxima mediante, se generalizarán las preocupaciones por cumplir los mandatos que corren hacia el decenio.
Por otra parte, todo esto tiene algo de fascinación: los que tengan que explicar por qué no funciona la Sindicatura Municipal y la Defensoría del Vecino, entre otras cosas, deberán hacer un esfuerzo descomunal para no parecer vendedores de humo.
La coyuntura de finales de 2001 (imposible entender la Estatuyente fuera de aquel contexto) condicionó la ingeniería institucional que legaron sus 15 redactores. Para tomar alguna dimensión, Ushuaia tendría que ser un referente nacional de la instrumentación del Presupuesto Participativo (previsto su inicio en 2004), en materia de audiencias públicas y de políticas ambientales, como también en la descentralización municipal y articulación con juntas vecinales. Las gestiones tendrían que tener programas de gobierno analíticos y programáticos (metas a cumplir, sistemas de evaluación, entre otros), asociados a una planificación estratégica comunitaria (dónde tendría que estar la ciudad, por ejemplo, en el 2020).
La comunidad, a diferencia de las limitaciones que existen en el resto de los miles de municipios, tiene numerosas oportunidades que desperdicia. A requisitoria ciudadana, con muy bajos porcentajes de avales, la ciudadanía puede poner en marcha audiencias públicas, promover proyectos de ordenanzas mediante iniciativas populares y acceder a la casi totalidad de la información municipal para contribuir con proposiciones como para ser parte del control social del funcionamiento del gobierno de la ciudad. Poco o nada de eso también pasa.
La sencillez de echar culpas hacia fuera no funciona en estos casos. No hay un chivo expiatorio para justificar nuestra inmadurez ciudadana. La comunidad en su conjunto, autoridades y representados, tienen la responsabilidad de la foto que se toma a un año del principal hecho que funda la autonomía de la ciudad.
Echarle la culpa a nuestra dirigencia sería una simplificación que no nos ayudará a llegar a ningún lugar. No son “ellos” los malos de esta película. Nosotros (con “ellos” incluidos) no hemos abrazado con suficiente fuerza la idea de reconstruir a Ushuaia como una ciudad insignia en materia de modernización, planificación, eficiencia pública, promoción de derechos fundamentales y, tal como impone el preámbulo, de efectiva participación del pueblo en la vida pública de la ciudad.
Como en los deportes en equipo, aquí tenemos responsabilidades colectivas e individuales. El resultado, a nueve años, muestra una clara falla de funcionamiento. No somos lo que tendríamos que ser y no rendimos en función de las capacidades presupuestarias y funcionales con que contamos.
Queda por pensar, si no somos una sociedad que no está preparada para cumplir con lo que hace casi diez años nos atrevimos a soñar, o como le gusta decir al periodista Gabriel Ramonet, puro “cartón pintado”.

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