Punto de Vista – Por Patricia Caporalin

Sobre el amor y la posesión: tener pareja o estar en pareja

16/06/2011
P
or la licenciada Patricia Caporalin.
Colaboración especial para el diario del Fin del Mundo
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Desde el nacimiento y hasta la adultez, los seres humanos atravesamos etapas de dependencia. Al comienzo de nuestra vida, esa dependencia es absoluta, nuestra vida depende enteramente de que otro nos cuide y nos quiera, ya que con el cuidado de nuestro ser biológico únicamente no podríamos sobrevivir; si al nacer nadie nos quiere, nos morimos.
Desde ese estado de dependencia total vamos transitando la vida apoyándonos en quienes nos rodean hasta poder lograr una dependencia relativa: dependemos del otro pero ya nos tenemos lo suficiente a nosotros mismos para poder ir desprendiéndonos del otro y apoyarnos en nosotros.
Nuestra sexualidad, nuestra vocación, y todo lo que nos hace, lo vamos construyendo en esos vínculos, somos seres bio–psico–sociales, no podemos pensarnos sino desde esas tres áreas.
La pareja es una de las estructuras vinculares mediante las cuales un individuo puede actualizar parte de su personalidad y desarrollarse y en la pareja se despliegan ansiedades inconcientes y concientes respecto a nuestra historia de dependencias.
Al elegir una pareja, “des–elijo” a todos los otros posibles de ser mi pareja, y le pido al otro que haga lo mismo. Esta estructura monogámica sirve en lo individual, para calmar las ansiedades de abandono y en lo social para controlar la violencia por la lucha por una pareja.
Es mucho lo que se puede hablar de “la pareja” como estructura vincular en sí, pero en años como terapeuta de pareja, he aprendido que hay un punto inicial que es el que hoy quisiera reflexionar para entrar en el tema, y que se resume en contestar a la pregunta: ¿Para qué quiero una pareja?
En la respuesta a esa pregunta, se desplegarán los elementos constitutivos de la pareja: el tiempo, el grado de maduración con la consiguiente capacidad de sostén del sí mismo, la capacidad afectiva, económica y el desarrollo de la sexualidad.
La pareja como tal, es vivida y vista por los demás, como una existencia independiente de cada miembro de la díada y al mismo tiempo le da a cada uno sensaciones de “mismidad” en el reconocimiento que el otro le da a cada uno de la propia existencia. La sensación de que hay un testigo de la propia existencia, calma las sensaciones de muerte y pérdida que el paso del tiempo va despertando a lo largo de la vida. El recuerdo que el otro mantiene de nosotros más jóvenes o vitales, es un buen ejemplo de esto.
La pregunta planteada más arriba, tendrá distintas respuestas a lo largo de la vida de un mismo individuo ya sea con distintas parejas o dentro de una misma pareja mantenida a lo largo del tiempo.
No es lo mismo querer una pareja para formar una familia, para alejarse de los padres, para compartir la vejez, para cumplir con un ideal social o porque no me animo a estar solo conmigo.
Como dije entonces, habrá distintas respuestas a lo largo de la vida, y hace bien planteárselas para ir elaborando los distintos momentos de la vida individual y de la vida de una pareja.
El punto que quería señalar hoy es prestar atención a la estructura de una respuesta que conlleva una significación muy profunda: ¿quiero tener pareja o quiero estar en pareja?
Estar en pareja significa aceptar que básicamente sólo puedo tenerme a mí con todo el trabajo que ello significa a lo largo de la vida. Aceptando que la elección de pareja se realiza a partir del ser adulto, la dependencia siempre es, en definitiva, parcial. Sin el otro yo soy. Me gustará más estar con el otro que sin el otro, pero no voy a dejar de ser sin el otro, por más que me cueste pensar que podría vivir sin él o que él podría existir sin mí.
La realización en la pareja nos ayuda a soportar el desamparo existencial, pero estamos mejor posicionados a armar una pareja más sana si aceptamos que el otro está porque quiere y no porque yo “lo hago” estar, igual que yo estoy porque quiero y no porque el otro “me hace” estar.
Se trata de comprender la diferencia entre el amor y la posesión. “Tener” pareja, en este sentido, apuntaría a la posesión ilusoria de otro para crear la ilusión de que nunca me sentiré solo. “Estar” en pareja, apunta a aceptar la soledad existencial que a todos nos atraviesa y que intentamos calmar con la placentera compañía de nuestro amado/amada.
Dice Octavio Paz que el amor es la revelación de la libertad del otro. Esa revelación es siempre dolorosa, porque el amado se presenta simultáneamente como un cuerpo que puede ser penetrado y una conciencia impenetrable, y es que sólo podemos aspirar a poseernos a nosotros mismos a través de un trabajo constante y en parte ilusorio.
La naturaleza contradictoria del amor radica en que amar, es cuidar al otro de mi impulso posesivo que, paradójicamente, intentando poseerlo, sólo termina destruyéndolo.

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