En el CADIC estudian la población de guanacos en el sector argentino de la isla

Adrián Schiavini explica lo que se conoce sobre el mayor herbívoro de Tierra del Fuego

03/05/2012
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l guanaco es el herbívoro más grande que habita actualmente el territorio argentino. La distribución histórica abarcaba el sur de Ecuador, Perú, Chile, sur de Bolivia, el oeste de Paraguay y en nuestro país en todo el territorio exceptuando la Mesopotamia y partes de Formosa, Chaco y Santa Fe. Este espacio comenzó a reducirse de manera drástica a partir del siglo XVII, principalmente mediante la introducción de grandes herbívoros procedentes de otros continentes, como el caballo y la vaca. A fines del siglo XIX se sumó, principalmente en la zona patagónica, la introducción de ovejas y en el resto de su territorio la expansión de la agricultura, que fueron ocupando sus espacios hasta alcanzar su situación actual, en que se lo encuentra a ambos lados de la Cordillera de los Andes, desde el Altiplano hasta Tierra del Fuego, en la Patagonia –tanto argentina como chilena– y en algunos reductos en la provincia de Córdoba.
Particularmente en Tierra del Fuego, el guanaco convivió con los pueblos cazadores. Fue aprovechado por los ancestros de los selk´nam y haush y su reinado como gran herbívoro en la isla también encontró su fin hace algo más de 100 años, cuando se establecieron las primeras estancias en la zona e introdujeron el ganado ovino. A mediados del siglo XX se produjo el inicio de las actividades forestales que posteriormente también incidieron en la distribución del guanaco. El modelo de extracción selectiva, produjo como resultado un bosque raleado que facilitó el acceso del guanaco a renovales–árboles jóvenes de pequeño porte–, como así también al sustrato herbáceo dentro del bosque, el cual, gracias a la apertura del dosel, tuvo mayor luminosidad y se convirtió en un nuevo espacio. Con su habilidad para cruzar alambrados y su destreza para internarse en espacios pequeños, el guanaco pasó a percibirse como un problema tanto para los productores agropecuarios como para los madereros. Ambos procesos se produjeron casi simultáneamente a ambos lados de la frontera.
Tanto en Argentina como en Chile existe legislación referente a la conservación de la naturaleza en general aunque no siempre desde la misma perspectiva. El guanaco goza de distinto grado de protección no solamente en sendos países sino además en cada una de sus regiones (en Chile) o provincias (Argentina). En territorio chileno continental, el guanaco –luego de la evaluación respectiva–, es considerada una especie “Vulnerable”, lo cual ha generado la legislación que la convierte en una especie protegida. En cambio, en el sector insular, Tierra del Fuego sector chileno, su gran abundancia actual lo hace merecedor de otro tratamiento. La cantidad de guanacos estimada para el sector chileno de la isla, según estudios del Servicio Agrícola–Ganadero (SAG) –organismo entre cuyas misiones figura el desarrollo de tal actividad– es más que suficiente como para que no solo deje de ser una especie vulnerable, sino para convertirse en una especie “hipernumeraria”, considerada competencia para ovejas y vacas y especialmente problemática para la regeneración del bosque por su actividad de ramoneo.
Es bajo esta perspectiva que se arriba a los resultados de las estimaciones poblacionales de guanaco para el sector chileno de la isla que alcanzarían los 200.000 individuos. Para llegar a este guarismo, se han valido de una metodología que consiste en seleccionar transectas (rutas y caminos) a lo largo de las cuales se desplazan en vehículos y realizan un conteo de los individuos avistados, extrapolando los resultados al resto del territorio insular chileno.
Por su parte, Argentina también cuenta con legislación referente a este herbívoro. A escala nacional, es un mamífero protegido por su condición de autóctono, considerado como especie “potencialmente vulnerable”, aunque está permitido cazarlo –dentro de cupos pre–fijados anualmente– en las provincias de Chubut y Río Negro. Dentro de la jurisdicción de la Administración de Parques Nacionales, es considerada una “especie de valor especial”.
El Plan Nacional de Manejo el Guanaco, producido por la Secretaría de Ambiente y Desarrollo sustentable de la Nación en 2006, establece como prácticas de uso la esquila en silvestría o la cría en cautiverio, con el fin de obtener fibra proveniente de animales vivos. La fibra así obtenida se comercializa como insumo dentro de la industria textil con un elevado valor. Los productos derivados de estas prácticas son los únicos que pueden ser exportados a mercados extranjeros en cumplimiento de compromisos asumidos ante CITES. Esta actividad se ha desarrollado con diferente éxito en las provincias de Río Negro, Chubut, y Santa Cruz y en forma incipiente en el sur de Mendoza, es la esquila de su pelo, que se comercializa como insumo dentro de la industria textil.
Este producto sólo puede ser transportado cruzando fronteras inter–provinciales acompañado de la certificación que acredite su procedencia de animales vivos. Es decir, la lana de guanaco que no posea su correspondiente certificado de origen de un criadero habilitado –garantía de provenir de animales no sacrificados al efecto–, no puede ser comercializada legalmente. Un guanaco produce alrededor de medio kilogramo de fibra alcanzando un valor aproximado en el mercado internacional de US 100 dólares estadounidenses a 120 de la misma monede, por kilogramo.
En la provincia argentina de Tierra del Fuego, al igual que el resto de los mamíferos autóctonos, el guanaco está protegido por la Ley Provincial Nº 101 que data de 1993 y que prohíbe su caza. En cuanto a los estudios sobre la especie, se llevaron a cabo estimaciones de población durante los años ´90, financiados por el gobierno provincial y que estuvieron a cargo de profesionales contratadas específicamente para esa tarea, las Licenciadas Carolina Montes y Julieta Rajlevsky. El resultado de sus trabajos, publicados oportunamente, permitieron aproximar la población de guanacos en el sector argentino del centro de la Isla Grande a los 12.000 individuos. Los estudios se realizaron aplicando metodologías apoyadas en vuelos en avión y en relevamientos terrestres.
Los estudios actuales, liderados por el Dr. Adrián Schiavini, investigador del CADIC–CONICET, han sido encargados por la Secretaría de Desarrollo Sustentable de la Provincia y están financiados por el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva de la Nación a través de los Proyectos Federales de Innovación Productiva. Las investigaciones se centran el área delimitada por el río Grande, el mar Argentino, el río San Pablo, el lago Fagnano y la frontera internacional, una zona que abarca desde el bosque cordillerano hasta las primeras áreas de estepa, y que concentra la mayor parte de los establecimientos ganaderos de la provincia.
Estos estudios se basan en una metodología perfeccionada gracias a los medios tecnológicos actuales: los sobrevuelos se realizan en helicóptero – con mayor capacidad de maniobra que un avión– y las fotografías son geo–referenciadas, de modo tal que cada fotografía corresponde a un lugar preciso. De este modo el observador puede registrar todo lo que se observa en el trayecto del helicóptero y reconstruir en el gabinete, con la ayuda de la información geográfica, la distribución espacial de los grupos de guanaco. El trabajo además aprovecha el comportamiento diario de los animales, que durante las horas cercanas al mediodía dejan el refugio del bosque para acercarse a las verdes y húmedas vegas para ramonear.
El resultado del trabajo asegura una sensible disminución en el error del conteo y se desarrolla en distintas estaciones del año para equilibrar los desplazamientos. En la fotografía se puede apreciar la claridad y nitidez con que éste se realiza. Este estudio, que está en curso, por el momento puede arrojar resultados preliminares, extrapolando los sectores relevados al resto del área. El número más auspicioso alcanzaría entre los 15.000 y los 20.000 individuos. Estas son abundancias comparables a las reportadas durante los años ´90 por Montes y Rajlevsky.
Aunque en el sector chileno los ambientes naturales no son exactamente igual de extensos que al este de la frontera, se trata de espacios casi análogos, donde la diferencia principal podría radicar en la existencia del campo de hielo de la cordillera Darwin. La diferencia entre los resultados de abundancia informados resulta de un orden de magnitud, lo cual significa que por cada guanaco contado en el sector argentino, habría diez al otro lado de la frontera. No es fácil explicar tamaña diferencia, cuando en ambas partes el tratamiento al cual fue sometido el ambiente es similar, fue objeto de procesos muy similares: pueblos originarios, introducción de ganado ovino, actividad forestal. La comparación de los datos obtenidos en ambos países es una deuda pendiente entre colegas de ambas Naciones quienes ya han acordado que es necesario hacer esta comparación.
Otra mirada sobre el mismo caso la tienen quienes sostienen que actualmente la población del guanaco ha aumentado… ¿pero con respecto a qué población original? Se podría partir de la siguiente base: en 1905 llegó a haber en el sector argentino de la isla casi 1.4 millones de ovejas. Si se las reemplazara por guanacos, esto significaría que podrían haber existido unos 500 mil guanacos, ya que se estima que el alimento que demanda un guanaco equivale al de tres ovejas. En este caso, sería incorrecto sostener que “hay demasiados guanacos”.
Entretanto, a escala nacional se volvió a poner en discusión la posibilidad de abrir la caza de guanacos, principalmente presionados por los sectores ganaderos de las provincias de Chubut y Santa Cruz, quienes encuentran un brusco descenso en la productividad de sus campos y lo atribuyen al gran herbívoro, además de plantearse reclamos sobre la seguridad vial debido a las colisiones de guanacos con vehículos. Lo cierto es que como resultado del proceso de desertificación de toda la región, no ha sido el guanaco el culpable de la cuestión, sino que es apenas un componente más –quizás, además, inocuo– en la degradación de la estepa. El caso particular de Santa Cruz, donde el aumento de la población de guanacos no se discute, la razón puede encontrarse en que durante los años ´90 la mayoría de las estancias abandonaron la actividad ganadera abriendo la posibilidad de que al encontrar más alimento, más guanacos pudieran sobrevivir. Ahora bien, ¿qué podría hacerse con los guanacos cazados? Si la propuesta prosperara, una de las aplicaciones podría ser el aprovechamiento de la lana a través de la esquila, en este caso, de animales muertos, lo cual significaría la desaparición de la pequeña industria de esquila de animales vivos, por una simple cuestión de costo de obtención de la materia prima.

¿Qué escenario presentaría la vigencia de una norma semejante en nuestra provincia?

Por su interferencia y efectos poco amigables con la producción ganadera y forestal, el guanaco no es precisamente el animal favorito entre esos sectores. Si efectivamente se pudiera llegar a la conclusión de que el número de guanacos representa un problema para estas actividades productivas y teniendo en cuenta que si no se toman las medidas pertinentes podrían ser cazados igualmente, la no acción no evitará la caza. Por ello la visión desde la Biología de la Conservación debería ponderar la posibilidad de sostener una población de guanacos viable y funcional en términos ecológicos (sostenible en el tiempo, que cumple sus roles en el ambiente, que asegura la conectividad entre sectores la isla), para así garantizarle su sostenibilidad sin sufrir persecuciones, amén de disponer de todo el alimento necesario para su supervivencia, con menor competencia con otros herbívoros y sin estar expuestos a más enfermedades. Lo cierto es que por el momento no se conoce con exactitud cómo va renovándose la población como para poder determinar si al extraer un número determinado de guanacos, la especie tiene su supervivencia asegurada. Tampoco se conoce lo suficiente para decidir sobre un plan de manejo que contemple el control de la población de guanacos.
Una decisión de esta envergadura tendría efectos muy distintos a uno y otro lado de la frontera, ya que si se tomara un número cualquiera, por ejemplo 2 mil guanacos como cupo anual, en el sector chileno representarían apenas un 1% de la población –no poniéndola en riesgo– mientras que en el sector argentino equivaldrían a un 10% de la población total. Otro punto a considerar es qué sector dentro de la población podría ser cazado, ya que los efectos de cazar, por ejemplo, más ejemplares juveniles que adultos produciría un impacto mucho más fuerte que lo contrario.
Por último, las condiciones de control que puede hoy ofrecer el estado –responsable por una correcta aplicación de la hipotética reglamentación– dista de ser las ideales como para garantizar el cumplimiento de la norma. Si esto se tornara real, la otra incógnita sería qué hacer con los guanacos cazados, pues dado el plan de manejo vigente a escala nacional, el hilo no podría exportarse ni atravesar fronteras provinciales, por estar prohibido el tránsito federal, limitando su distribución a una escala estrictamente local. Otra nómina de problemas traería aparejado el uso comercial de su carne: limitaciones para asegurar la cadena de frío, tipo de matadero a utilizar, forma de faenado, sobre todo para aquellos animales cazados lejos de los caminos y centros urbanos. En cuanto al destinatario de la carne, si se propusiera ofrecerla al mercado gourmet, los niveles de demanda probablemente no justificarían los niveles de extracción, por lo que la utilidad de esta demanda como motor del manejo a través de la caza sería baja; la otra alternativa sería ofrecer carne de bajo costo a la población en general, para competir con el consumo masivo de otras carnes.
Es ineludible hablar de la reciente propuesta leída en los medios de Chile sobre la posibilidad de autorizar la caza turística del guanaco. A este respecto cabe la siguiente reflexión, ajena inclusive a la Biología. Sabemos que los valores centrales que se promueven desde la Tierra del Fuego para el turismo hacen un fuerte hincapié en el contacto con la naturaleza, el acceso al fin del mundo, y la idea de visitar un lugar lejano y poco impactado por el hombre. Existen iniciativas para desarrollar senderos que permitan poner en valor áreas protegidas, desarrollando actividades de trekking o bicicleta, de modo tal que se pueda acceder a áreas hoy de difícil acceso. Aún diversos establecimientos se dedican al turismo destacando el contacto con el medio natural. En este escenario, resulta poco apropiado pensar en la caza turística, cuando ve en contra de la vocación turística de esta zona.
La pregunta final es ¿hace falta controlar la población de guanacos en Tierra del Fuego argentina? La respuesta para Schiavini es que si se logra finalizar el estudio y se confirma que la población de guanacos de la zona central de la Isla Grande no superaría los 20 mil individuos, no se estaría ante un escenario donde sea necesario el control de la población. No obstante, esta decisión escapa a sus atribuciones como investigador, ya que recae sobre la sociedad y sobre la autoridad de aplicación, quien dado el caso, debería decidir el objetivo de manejo, contar con los medios para controlar el tipo de manejo que se decida, lo cual incluye definir el número y tipo de individuos que podrían cazarse. Para el investigador parte del secreto radica en hacer descubrir a quienes consideran al guanaco como una molestia, una serie de beneficios que se podrían obtener de él, tales como el uso de su hilo o simplemente como recurso contemplativo por parte del turismo. El reemplazo de ganado por guanacos como principal herbívoro en los campos suena utópico, pero de darse constituiría un ejemplo de avanzada en la gestión sustentable de los recursos del suelo en el sur del país. Tal vez en un futuro pueda presentarse alguien que prefiera reemplazar su ganado por guanacos.

(*) El doctor Adrián Schiavini, responsable del laboratorio de Ecología y Conservación de mamíferos silvestres del CADIC, perteneciente al Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET).