Rock de fueguinos en Buenos Aires

Mutantes metaleros con vientos del sur

28/01/2014
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al vez exista un rasgo de identidad fueguina que atraviesa incluso la Patagonia sobre el espíritu del sur, al viento entre montañas y extensiones aisladas, parecido a cierta sensación de paradoja de encierro y emancipación, de nostalgia viajera y su ansiedad migratoria de horizonte y utopías; cual si fuera el alma nómade de los pueblos y personas que hicieron la primera historia de Tierra del Fuego, susurrando hacia las nubes, detrás del mar, al terminar de una ruta imaginaria que en la realidad no tiene fin. De instinto migrante y por la evolución, en esa búsqueda de filosofía libertaria y usando  la música como herramienta, la banda Mutador, fundada en su estilo heavy metal hace unos cinco años en Ushuaia, persigue su esencia de cambio y desarrollo, ahora desde la ciudad autónoma de Buenos Aires, mediante un género extremo y complejo, que exige trabajo serio de ensayo, ejecuciones muy precisas y compromiso con la identidad musical.
Los nacidos en la capital de la isla, el bajista Maximiliano Jofre, de 21 años, y el guitarrista Gustavo Chavez de 24, junto al cantante de la patagónica Comodoro Rivadavia, Alberto Navarro, de 31 años, y el baterista Cristian “el chapa” Chavez – que no es hermano del violero ni del presidente venezolano-, percusionista de 25 años, “porteño” pero también ex residente fueguino, dan forma a un proyecto que pretende alimentarse de una fortaleza interna, a partir del estudio de un rock siempre transgresor, crítico y provocativo, arraigándose en la unión de sus integrantes y en el tiempo dedicado a construir las canciones, previo a las presentaciones en vivo. Tal es así que el show inaugural de la versión 2012 de Mutador llegó en el “Heavy Metal Night”, festival de bandas emergentes, realizado el viernes 28 de septiembre, en el local Asbury, al 7500 de la Avenida Rivadavia, del barrio de Flores, en la ciudad de Bs. As.
Voces podridas de una lírica que alcanza lo gutural, distorsión permanente y solos de guitarra incendiada, base matemática/sólida de bajo, y el martillar de pedalera doble, caracterizan a este grupo que normalmente ensaya una vez por semana, en sesiones de tres horas, y en diversas salas, incluso de provincia o del conurbano bonaerense.
Ellos mismos confirman su procedencia de Metal “sin subgénero”, con influencias clásicas de nombres internacionales como Metallica, Pantera o Iron Maiden,  pero también de bandas nacionales como Hermética, Almafuerte o Malón; y aun alejándose de lo más tradicional del metal, en sus canciones de autoría, se sugieren matices de thrash, death, core y heavy, variaciones naturales de un género que estos muchachos dominan en progresivo descubrimiento.
Actualmente, Gustavo y Cristian viven en un departamento de Barrio Norte que sirve de lugar de reunión post-ensayo. Allí me recibieron entre carcajadas y cajas humeantes de la Fábrica de Pizzas, un sábado al anochecer, luego del paso obligado por una de las salas. Maxi estudia el instrumento de las cuatro cuerdas graves en la EMBA (Escuela de Música de Buenos Aires), y Alberto “Ape” Navarro es un dibujante vinculado a la historieta y el humor.
La experiencia de estos muchachos -como brisa fresca de cordillera helada cortando el aire y el sol del amanecer- se parece a la de muchos sureños que sienten la necesidad de andar rutas más amplias; tiene el sabor del descubrimiento parpadeando en el horizonte de los que observan desde la ventana con la añoranza de otros relatos y nuevas vivencias, y es la manifestación de una especie de inercia inmigrante que nos moviliza a salir, pues de otro lugar hemos llegado, tal vez, desde la creación misma, desde el impulso al ser humano; ese deseo de trascender las fronteras de lo posible hacia el destino incierto, como una condición mística, inevitable, eternamente pensada, soñada como anhelo y melancolía de la isla.  
“Liberarse”, inclusive para tener  “más recursos donde tocar”, resultó la consigna para salir de Tierra del Fuego. Lo explicó Gustavo, sin eufemismos, tal su personalidad, con una tilde socarrona: “Como somos todos chabones solitarios, y más o menos pensantes, por eso cada uno se vino desde allá para acá, porque ya no aguantábamos el encierro de la mente”.
En la balanza el aprendizaje de vivir en la gran ciudad y el futuro, siempre acorde a su tono directo, el guitarrista reflexionó sobre la estadía en la metrópolis. “Uno, desde allá, se come el viaje de que ésta es la vida que todo ser humano tiene que alcanzar, y es mentira; cuando caes acá, te das cuenta de que el maneje de ciudad no sirve, no tiene sentido, entonces retornás a lo que es un lugar natural, más chico”, dijo el joven músico. “He tenido una gran experiencia de haber venido acá: saber aprender que todo lo que se vende es mentira”, remarcó. 
Evidentemente, una visión del eterno retorno, de arraigo y de diferentes modalidades de regresos, yace omnipresente en la identidad colectiva de este sur más austral del mundo, y nos transforma individualmente, nos realiza moldeando nuestro carácter. Esa unidad que debe considerarse toda sociedad en la pretensión de al menos reconocer su historia, adaptarse y, tal vez, superarse. Esa fantasía temporal, esa tendencia y ese pensamiento de volver, vigente en los que alguna vez tocaron con su corazón el suelo del Paso Garibaldi, los senderos del Parque Nacional o la costanera y la Avenida robada al mar del Canal Beagle.
El joven Maxi, por su parte, es egresado del colegio Polivalente de Arte y, durante sus últimos años de estudiante secundario, desarrolló una activa trayectoria musical en distintas agrupaciones de rock locales, como Sueño Indie o Coaxial, y participó de innumerables eventos y conciertos. En su caso, supo siempre que la realidad artística y musical de la provincia no cubriría sus expectativas de cambio y crecimiento, por lo cual la mejor opción fue trasladarse al norte del país.
Cristian trabajó en Ushuaia en el rubro de hotelería y gastronomía, y de su estadía de varios años en la capital fueguina le quedó la impresión de “pueblo chico, infierno grande”; en Buenos Aires “no hay tanto chusmerío”, sostuvo; y agregó que “la gente de Ushuaia consume el periodismo amarillista de siempre, trágico, que muestra eso nomás”. Consideró lógico que las personas de la isla, generalmente, desconozcan lo que representa vivir en la ciudad Autónoma de Buenos Aires, en la provincia y el Municipio más poblados del país. 
Aun teniendo en cuenta repetidas situaciones donde las bandas deben vender entradas para pagar a los organizadores con lo recaudado y así poder mostrar su trabajo sobre un escenario, los miembros de Mutador destacaron las posibilidades que hay en este momento, para participar de grandes festivales con otros grupos, como por ejemplo en el encuentro denominado “Metal para todos”, o incluso la oportunidad de tocar con bandas internacionales.
Otro de los patagónicos es el chubutense, apodado “Ape” por alguna sobrina pequeña que improvisaba sus primeras palabras, cantante y dibujante que cumple hoy su objetivo antes relegado, de estudiar artes visuales; fue el encargado de diseñar la tapa de lo que será el disco debut, mientras paralelamente trabaja en realización de historietas con guionistas de su generación. El muchacho, de hablar pausado cual criollo en la paz de la meseta, asegura que hay puntos comunes entre los sureños, y que “se respira casi el mismo aire, frío y viento”.
Quedó claro que, especialmente los fueguinos, llegaron a la urbe porteña para estudiar y trabajar, pero sobre todo para “salir de allá”. Gustavo lo describe de nuevo con la sencillez de lo innegable: “Tenés que ver otros mundos también para saber qué es mutar”.
El inicio de esta versión reciente pero firme de Mutador “surgió de una oscura pensión”, alguna de las tantas residencias estudiantiles que reciben a estudiantes jóvenes, y a veces no tan jóvenes, de toda la nación y de Latinoamérica. Esas casas antiguas, de grandes escaleras, varios pisos y muchas habitaciones, se transforman en alquileres económicos para quienes se adaptan al ritmo del movimiento universitario bonaerense con la meta de aprovechar la nunca bien ponderada educación pública de nuestro país; allí se alojan alumnos particularmente de Chile, Colombia y México, en ocasiones en igual o mayor proporción que los argentinos. 
Como todo músico honesto que busca mejorar, los “mutadores” tratan de no repetirse ni copiar modelos, aunque explican que todavía “la idea de la banda se está formando”. Los encargados de componer son, principalmente, Cristian y Gustavo, pero cantante y bajista también aportan letras y arreglos instrumentales, respectivamente.
Con relación a la temática de las letras, el guitarrista comentó que “hablan de lo que cada uno soporta, cómo lo soporta, qué es lo que tiene, si tiene un espíritu, qué hace ese espíritu, si crece o no crece; del consciente o  inconsciente general”; y el baterista anotó que se trata “de lo que la gente no ve a simple vista”.
“No hay que tener una visión divina tampoco para ver las cosas de la realidad”, dijo “el chapa”, y mencionó que “también apunta a dar un mensaje de cambio, de mutar, y de lo que está sufriendo la gente, porque es como que está siendo succionada”, por el ritmo y el consumismo de la sociedad moderna.
La banda se presentó por primera vez el 28 de septiembre de 2012, en un festival de música que se llevó adelante desde las 19 y hasta las 4 de la madrugada. Fue el debut de la nueva formación y de las canciones que trabajaron durante un año completo; participaron otros cinco grupos del género y los fueguinos estuvieron acompañados por un grupo de amigos y simpatizantes, muchos de los cuales los siguen desde sus acordes primitivos, cuando empezaban a mutar canciones para soportar alguna helada en el fin del mundo ushuaianse.
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