72 días consecutivos de conflicto estatal

Vivir sin clases: ya hay chicos con trastornos psicológicos por el paro docente en la provincia

Sufren de hiperactividad, ansiedad o insomnio, entre otras complicaciones. Muchos forman parte de los 3680 que directamente no empezaron el ciclo lectivo, solamente en el nivel primario e inicial. Los padres batallan a diario contra la alteración de las rutinas familiares e intentan darles contención a sus hijos con diferentes estrategias, pero la extensión del conflicto y la incertidumbre hacen que la tarea sea cada vez más difícil.
12/05/2016
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2 días consecutivos de paro estatal en Tierra del Fuego generaron que muchos de los 3680 alumnos de escuelas primarias y jardines de infantes que todavía no empezaron las clases, comiencen a sufrir trastornos psicológicos, como hiperactividad, ansiedad o insomnio, mientras que sus padres batallan a diario por suplir la tarea docente y acomodar las rutinas trastocadas por la incertidumbre del conflicto.
Un relevamiento entre varias de las familias fueguinas afectadas por las medidas de fuerza, arrojó puntos en común, como las dificultades para sobrellevar las actividades diarias sin descuidar la contención que necesitan los chicos.
“Por suerte no es mi caso, pero conozco familias de Ushuaia donde los chicos han comenzado a enfermarse: no pueden dormir, tienen hiperactividad o empezaron a hacerse pis en la cama”, contó Andrea Ybarra, madre de dos chicos que concurren a segundo y cuarto grado de una escuela pública de la capital fueguina.
“Sin la escuela los chicos tienen menos espacios de descarga emocional. Lo que hace la escuela es metabolizar esa energía y guiarla en un sentido. Y toda energía que no es bien conducida puede derivar en enfermedades”, observó la psicóloga Patricia Caporalín”, que ya trató en su consultorio este tipo de problemáticas.
Según Caporalín, la prolongación del conflicto docente y dependiendo la edad de cada chico, puede generar una falta de contención, con independencia de la que reciban en la casa.
“Si se trata de chicos más pequeños puede que no logren la estabilidad emocional. Lo que nosotros definimos como salida exogámica, porque los chicos se quedan con las conflictivas familiares y no pueden salir a descubrir el mundo que,  a esa edad, se descubre por la escuela”, explicó la especialista.
Para Marisa Guerrero, madre de un alumno que concurre a la escuela 9 de Ushuaia, una de las peores complicaciones es la “incertidumbre de no saber cuándo habrá clases y tener que llamar todo el tiempo para averiguar, sin que se pueda retomar nunca la organización familiar”.
“Hay situaciones difíciles. El otro día pasamos por la puerta de la escuela y había chicos entrando a grados que sí tenían clases. Mi hijo se dio vuelta y me dijo “mamá, no me trajiste”, contó Guerrero.
Nicolás Lavia, padre de dos chicos, uno en jardín de infantes y otro en escuela primaria, atravesó una situación similar.
“Lo más difícil fue explicarle al más chico cuando la hermana empezó el colegio y él no. Tuvimos que decirle que ya le iba a tocar, que tuviera paciencia, pero igual nos pide ir, quiere empezar el jardín”, señaló Lavia.
También coincidió en que “es muy difícil acomodar la rutina familiar, no solo por el trabajo, sino porque los chicos piden ir a la escuela. Y porque además no se puede programar algo con anticipación debido a la situación que va cambiando según el día”, sostuvo.
Lo mismo le sucedió a Andrea Ybarra: “La rutina se trastocó por completo. En mi caso estudio y tuve que llevar a mis hijos al instituto terciario o en otros casos a mi propio trabajo”, relató.
El conflicto docente es parte de uno mayor en la provincia, que comenzó a gestarse el 6 y 7 de enero, cuando la legislatura sancionó un paquete de leyes que reformó el sistema jubilatorio en el distrito y estableció una emergencia previsional.
Los gremios estatales primero se unieron, y con el devenir del conflicto tomaron distintos  caminos: algunos aceptaron negociar con el gobierno sin medidas de fuerza, pero otros, como el docente (Sutef) mantiene un paro por tiempo indeterminado con un acampe frente a la casa de gobierno.
Como consecuencia, la actividad en las escuelas es dispar, y aunque se siente más en Ushuaia que en Río Grande, todavía hay 3680 chicos que no conocen a sus maestras en el nivel primario e inicial, según reconoció el propio Ministerio de Educación, a lo que hay que sumarle la situación de los colegios secundarios, también comprometidos por la misma problemática.
“Uno se las va ingeniando. Nos hemos reunido en quinchos para hacer talleres, o para repasar las tareas de cuadernillos que quedaron sin completar del año pasado”, precisó Guerrero.
En tanto, Ybarra contó que “hemos practicado matemática y caligrafía en casa. Hemos leído libros y recortado todas las revistas que encontramos. La televisión y la play hace rato que dejaron de ser un divertimento. Vamos a todos lados con la mochila, aunque a veces se acaban las opciones”, reconoció.
También recordó que al principio de la medida de fuerza “a los chicos no les importaba mucho, era como una extensión de las vacaciones, pero después la situación cambió. El otro día, mi hija mayor me dijo que extrañaba la escuela. Mamá, no es lo mismo, extraño la señorita y a mis compañeros, me dijo”.

Morderse los labios

Un grupo de padres de Ushuaia, llamados autoconvocados, se presentaron ante la justicia esgrimiendo la vigencia de los derechos del niño, y lograron que el jefe de defensores públicos de la provincia, Gustavo Ariznabarreta, emitiera un dictamen exhortando a las autoridades a garantizar el dictado de clases.
El ministro de Educación, Diego Romero, respondió con una convocatoria a docentes auxiliares que se lleva a cabo por estos días, con el objetivo de normalizar la actividad escolar.
“La escuela transmite los valores de la sociedad, y lo hace a través de ejemplo de los maestros. Ellos quieren enseñar un modelo de lucha, pero en realidad no lo dan, porque abandonaron a sus alumnos y rompieron el vínculo  con los padres. Dejaron solos a los chicos”, analizó la psicóloga Caporalín.
Mientras tanto, los padres buscan sobrellevar la crisis educativa sin influir en el vínculo con sus maestros: “el otro día fui con mi hija a la escuela y empezaban otros grados, pero el de ella no. Me miró y me dijo: seguro que mi maestra va a ser la última en volver a clases. Me tuve que morder la lengua para no decirle algo inapropiado”, contó Andrea Ibarra, replicando otra de las situaciones que se repiten a diario, en medio del convulsionado conflicto docente por el que atraviesa Tierra del Fuego.

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