ue llegue el primer día de clases y que un niño se quede con la ilusión trunca en su casa, en lugar de ir a la escuela, no es normal.
Que estos niños se sientan como el objeto de extorsión en una pelea que es por plata, en lugar de ser el elemento prioritario, inmaculado e intocable, ajenos a cualquier conflicto que admite otros modos, no es normal.
Ocurre lamentablemente que siempre pasa lo mismo, cada año es igual.
Parece que cuando el problema se vuelve frecuente, la razón se anestesia, y lo anormal se va convirtiendo en normal. De a poco lo aceptamos, y de a poco nos deja de molestar.