n tiempos de tanta selfie, donde la foto autorreferencial suele priorizarse al disfrute de la escena de que se trate, vaya este irónico y seguramente involuntario mensaje, que se ríe a carcajadas del avance tecnológico y nos enseña que la felicidad puede encontrarse lejos, muy lejos, de cualquier aparato de principio de siglo.