rande es la sorpresa cuando leemos en nuestra tarjeta de embarque que nos toca subirnos al avión por la puerta cuatro. Justo la cuatro… ni la tres, ni la cinco a la siete, ni a los baños. Justo la que no aparece en los carteles indicadores. Son de esos momentos en que, bajo una cuenta regresiva, la desesperación nos invade y no sabemos si preguntar dónde queda por miedo a que esté tan evidente, que ni siquiera la vimos.