o es el humo blanco de la fumata en el Vaticano, en las ansiosas jornadas del cónclave. No habemus nada todavía.
Tampoco se trata del santificado humo fruto de un apreciado asado criollo, tan argentino como el Papa Francisco.
No hay humo en tus ojos, como cantaban décadas atrás Los Cinco Latinos, ni tampoco humo sobre el agua, el del famosísimo riff de la banda Deep Purple.
Más bien es todo lo contrario a tales agradables señales.
En el suburbio de la ciudad de Ushuaia, en el marco del bosque tan apreciado, desaprensivos ciudadanos vierten vaya a saber qué tipo de contenido cuyo derivado, el humo, va a parar al castigado ambiente del fin del mundo, a pocos pasos de centenares de viviendas allí erigidas.
En fin, lo que sí habemus en la capital fueguina es algo bien extraño en el aire. Est quodam in aere mirum, como dirían en el barrio.