arece que el estacionamiento costero de Ushuaia ha sido redesignado. Sin consulta popular ni placa municipal que lo anuncie, un selecto grupo de combis privadas ha decidido que ese es su lugar de residencia permanente.
Un espectáculo surrealista se repite a diario en la costanera: una flotilla de combis privadas -no menos de diez al día-, ha declarado la soberanía sobre el estacionamiento público. Allí permanecen, ancladas, como si fueran la atracción turística que nadie pidió.
Estos modernos centinelas del asfalto, dedicados al traslado de turistas, han encontrado el negocio definitivo: por qué pagar un estacionamiento cuando la municipalidad ofrece plazas premium con vista al Beagle de forma gratuita. Es una masterclass en logística… y en apropiación de espacio comunitario.
La situación es indignante. Mientras todos pagamos impuestos y buscamos vivir en un mejor y más ordenado lugar, estas combis disfrutan del privilegio de un estacionamiento perpetuo con su impertinente presencia.
El mensaje no deja lugar a dudas: en el fin del mundo, las reglas son solo para los giles.