ué país curioso este: por un lado, en un recinto del Congreso de la Nación Argentina se arma un show con imanes en el cuerpo para demostrar que las vacunas convierten a la gente en electroimanes humanos, todo un clásico del anticiencia moderno.Por otro lado, paralelamente, miembros del CONICET anuncian un avance real, concreto, tangible: la creación de Vaccimel, la primera vacuna terapéutica argentina contra el melanoma, con una eficacia del 72,8 % en ensayos clínicos.
El contraste es tan absurdo que roza el arte: mientras en el Congreso algunos montan espectáculos antivacunas dignos de reality show y hablan de efectos misteriosos que nadie puede demostrar, otros logran frenar el avance de una enfermedad tan concreta y temible como el cáncer de piel.
Y lo más irónico es que esos mismos que se borran ante los hechos científicos —o los ridiculizan— exigen debate “porque hay que revisar todo lo que nos meten en el cuerpo”.
Qué timing, ¿no?