Juicio por el homicidio de Mabel Almada

Más testigos, pocos aportes

20/08/2014
C
lientes esporádicos de la víctima, remiseros que no recuerdan, allegados que no saben demasiado. La cuarta jornada del juicio oral y público por el homicidio de la trabajadora sexual María Mabel Almada tuvo once testigos que desfilaron ayer ante el tribunal, pero pocos datos ciertos para avanzar en el esclarecimiento del crimen perpetrado en agosto de 2004.
Los jueces subrogantes Felicitas Maiztegui Marcó, Guillermo González y Alejandro Ferretto se concentran en cada declaración, interrogan a fondo, buscan resquicios para unir las piezas de un intrincado rompecabezas. Sin embargo, el único dato certero sigue siendo el resultado de una prueba de ADN que halló compatibilidad entre el único acusado, César Javier Gangas, y vestigios hallados en la malla de un reloj que apareció cerca del cadáver de “Angie” (como le decían sus allegados) sobre la costa del Canal Beagle, a la altura de la ex planta CM.
Esa prueba, a su vez, es severamente cuestionada por la defensa de Gangas, ejercida por el abogado Raúl Paderne, quien logró demostrar que el reloj fue manipulado sin guantes antes de la extracción de ADN, y que sembró una serie de dudas sobre la manera en que los vestigios de su cliente podrían haber llegado al objeto peritado.
Es probable que la falta de contundencia de los testimonios haya convencido al tribunal de focalizarse en ese estudio de ADN sobre el reloj. Y por eso hayan autorizado la declaración, el próximo lunes, de dos peritos de parte ofrecidos por Paderne. La defensa tendrá así la posibilidad de reafirmar ante los jueces sus dudas sobre la contundencia atribuida al examen por la jueza de instrucción que procesó a Gangas y mandó detenerlo.
Hasta ese día, el juicio pasó a un nuevo cuarto intermedio, y tras la nueva reanudación, es posible que declaren los últimos testigos antes de los alegatos y del veredicto final.

Ronda de testigos

La jornada de ayer se dividió en dos partes. Por la mañana y hasta cerca de las 14 declararon seis testigos. El primero, Juan Domingo Sallago, un trabajador que incurrió en una serie de contradicciones sobre si conocía o no a la víctima, estuvo a punto de ser detenido por falso testimonio. Su declaración fue tan endeble que la Fiscalía y la Defensa coincidieron en solicitar su detención. Los jueces, después de un cuarto intermedio para resolver, optaron por dejarlo libre y por girar las actuaciones al Ministerio Público, con el objeto de que se investigue en causa separada si mintió a propósito.
El hombre había declarado 20 días después del crimen que no conocía a Almada, pero ayer dijo que sí la conocía y que tenía trato con ella. Admitió que trabajaba en una empresa pintando techos de rojo, el mismo color de pintura que fue hallado en el reloj encontrado cerca del cadáver.
Después habló un arquitecto que admitió haber sido cliente de Almada y de haberla contactada por el teléfono que publicaba en un aviso clasificado. Más tarde declaró un allegado a la víctima que le prestó su vivienda en los días previos al crimen, y que describió algunos vehículos que merodearon la casa en las horas previas a que la mujer saliera para no regresar.
Un remisero, una mujer que cuidó al hijo de Almada mientras ella trabajaba en un local nocturno y un amigo y ex socio de Gangas completaron los testimonios del primer turno.
Por la tarde se presentaron los asistentes a un asado desde donde se convocó a la mujer por teléfono en la noche del viernes 27 de agosto de 2004, es decir, el momento de su desaparición. Pero más allá de quién efectuó la llamada y con qué teléfono, la Justicia ya tiene por demostrado que Almada nunca habría llegado a esa cita. El homicida la habría interceptado con anterioridad, o al menos eso se presume hasta ahora. Los jueces tienen la laboriosa tarea de reconstruir esos últimos momentos y definir, en este caso, si el acusado tuvo relación con la muerte de la mujer.

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