Colaboración

Campañas en chiste VIII

04/10/2015
P
or Alejandro Rojo Vivot
El humor es un indicador de la inteligencia y, muy particularmente, de la plasticidad intelectual de los individuos por lo que, con respecto a lo último señalado, quienes son autócratas le es tan difícil comprender muchos chistes pues los interpretan literalmente perdiendo extraordinarias oportunidades. El humor político es, principalmente, su desarrollo aplicado a las actividades proselitistas en general y, muy particularmente, a los dichos y conductas de quienes, como empleados públicos jerarquizados se ocupan y, a veces, se despreocupan de la gente, compitiendo casi deslealmente con quienes con abnegación y capacidad procuran contribuir al bien común.
En las campañas electorales la actividad humorística se expande geométricamente tanto por algunos serios dislates de varios candidatos con pocas propuestas interesantes y congruentes, como por que los humoristas y cómicos aprovechan la extraordinaria oportunidad.
Otra forma certera es cuando, en serio, ciertos candidatos hacen humoradas compitiendo cuasi pérfidamente con los humoristas; los ejemplos son tantos que merecerían antologías especializadas.
Mauricio Borensztein (Tato Bores) (1927-1996) fue uno de los cómicos y humoristas más destacados de Argentina, con su particular característica porteña, crítico de su tiempo, que cosechó numerosos éxitos y censuras tanto en dictaduras como en gobiernos democráticos: una muy resonante llevada adelante por una jueza federal aún en actividad. Fue especial su atención a lo político, con su peculiar decir a borbotones de la mano de excelentes guionistas. Sus monólogos, como en su tiempo los de José Pablo Arias (Pepe Arias) (1900-1967), congregaba entusiastamente a una parte importante de la población, que lo disfrutaba de sobremanera aunque se estuvieran riendo de lo que sufrían por la corrupción, el autoritarismo, la ineficacia de los poderes públicos, violencia, irrupción de hegemonías autoritarias, etcétera, de los sucesivos gobiernos por décadas; hoy en día sus soliloquios siguen teniendo plena vigencia aunque bastante hemos mejorado en algunos aspectos.
Los ejemplos son muchos, incluyendo coreografías televisivas propias de los teatros de revistas, en donde también se destacó como capocómico: “Se acercan las elecciones, cuántos se va a presentar, se acabó el proceso, algunos van por el queso (…) qué confusión general (…) no me quiero equivocar, miro las boletas y se arma la galleta y no sé por quién votar. (…) Los candidatos van a hablar, dicen sus discursos, cómo me aburren, no hacen más que sanatear, entro al cuarto obscuro, no sé por quién votar.” (1983). Sus actuaciones con total desparpajo, incluyendo figurados diálogos telefónicos con la línea presidencial, eran esperadas semanalmente; muchos así maduramos en el análisis crítico.
La historia no es la que se repite, somos los individuos que reiteramos los errores. La más asidua práctica del humor puede ser una alternativa eficiente como el accionar de muchos políticos muy dignos de su actividad.


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