Punto de vista

Los riesgos de subestimar los problemas

24/11/2015
P
or Guillermo Worman (*)
Especial para El Diario del Fin del Mundo

El semáforo de Tierra del Fuego cambió su señal verde a las luces amarillas en modo intermitente. Significa que se han encendido las señales para andar con precaución. Las luces destellando son una indicación de la existencia de un problema por delante. No implica detener la marcha, sino poner mayor atención a dificultades por venir. Si observamos la circulación pública veremos que es un complejo arte colectivo que se basa en comprender el sistema de prioridades, de frenos y de momentos de avance. También, regular la velocidad según el tipo de terreno en donde uno se encuentre. 
No ganó Daniel Scioli, sino Mauricio Macri, y esto implica que de aquí en adelante la gestión estatal no podrá fundarse en pedidos de fondos al gobierno nacional para poder subsistir. Si ese era el único plan, las luces amarrillas son un pequeño problema para la tormenta que se avecina. La dificultad ante una tempestad no es afrontarla, sino no estar correctamente preparado para asumir todo tipo de situaciones propias de un torbellino. 
A José Estabillo le tocó gobernar con Carlos Menem. Carlos Manfredotti convivió con Fernando de la Rúa, la zaga de presidentes por una semana, Eduardo Duhalde y el comienzo de Néstor Kirchner. Jorge Colazo y Hugo Cóccaro transitaron la gestión del santacruceño y Fabiana Ríos tuvo sus ocho años con Cristina Fernández como presidente. Entonces, lo de Rosana Bertone no es un escenario nuevo para estos contraciclos fueguinos. Tampoco para Gustavo Melella, Claudio Queno o Walter Vuoto. Eso sí: un problema si el plan único era gobernar con plata que vendría de afuera. 
Ahora hay que descubrir si existe un correcto diagnostico de dificultades en Tierra del Fuego. Ese puede ser el principal enigma por estos días. Lo otro es si los equipos de gobierno se van a construir con los leales e incondicionales, o la variable será la idoneidad de los referentes de las principales áreas y de los principales líderes políticos. Obviamente, todo dirigente político busca esa combinación para sus equipos.
Bertone, Vuoto y Melella ganaron en junio. Macri el domingo pasado. Una curiosidad es que el presidente electo ya está lanzando al ruedo sus principales políticas y anunciando las caras de su gabinete. Además, asume antes.
Subestimar o no dar pie en los núcleos de los problemas es restarle importancia a la dificultad por afrontar. Por ejemplo, los ingresos no son una traba para la provincia, sino la priorización del gasto. También cómo están comprometidos los megamillonarios fondos que ingresan regularmente.
Hay otro tema que está devaluado: pensar antes de actuar, y anticiparse a situaciones que muy probablemente se van a producir. El método en política, generalmente, es la intuición. Confiarse en el liderazgo, abusar del carisma  e improvisar sobre la marcha. Pensemos un poco esa frase hecha del “piloto de tormenta”.  Esas situaciones extremas se entrenan de antemano (los simulacros de catástrofes, por ejemplo) y la emocionalidad del responsable termina siendo determinante. Pero el líder de la crisis pasó por un proceso en donde entrenó la situación que le toca atravesar. Por eso, la improvisación es una enorme amenaza.
La correcta definición de problemas permite establecer líneas de acción acordes a las dificultades por venir. No es una solución absoluta –no existe-, sino simplemente una alta probabilidad de acierto. Después, siempre es necesario mantener abierto un mecanismo de rectificación para determinar si el remedio está siendo adecuado para la enfermedad. Pero siempre sobre la base de una presunción cierta, y no sobre un escenario de improvisaciones.  
De julio a mediados de diciembre tuvimos tiempo suficiente para pronosticar los escenarios posibles. A, si ganaba Scioli. B, para el caso de Macri. Ya está claro el contexto. Seguir transitando el camino sin advertir el cambio de las condiciones tiende a ser un riesgo que puede traer graves consecuencias.
Proyecto e improvisación suenan a términos incompatibles. También éxito y subestimación. Es cierto que a veces la suerte juega una buena pasada, pero es algo remotamente probable. Demasiado riesgo para atar el futuro de una comunidad al  destino que se presente.
Pablo Neruda escribió un poema extraordinario al que llamó “No culpes a nadie”. Termina con una frase que bien puede usarse para liquidar este artículo: La suerte es el pretexto de los fracasados.

(*) Dirigente social. Ex director de la ONG Participación Ciudadana
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