Historias Mínimas

Desmemoriado

27/05/2016
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ldquo;¡¡Acá Flaco!!”.
Orientado por el ronco vozarrón y los brazos en alto del Chuli, el Flaco se acercó lentamente y saludó al grupo, tímido, asintiendo brevemente con la cabeza. Recibió palmadas, apretones de manos, varios “cómo andás”, alguien le preguntó por el tirón en el isquiotibial izquierdo y escuchó el “qué hacés puto” con el que invariablemente lo recibía Adolfo. Faltaba media hora para el inicio del partido contra Ger-Mat y los muchachos de Auxilio Miguelito se estaban cambiando a un costado de la cancha 2, mientras de reojo miraban el segundo tiempo entre Distribuidora Fresita y Automotores 9 de Julio, de la Primera B de la Liga del Complejo Gaboto.  
Como pidiendo permiso el Flaco se sentó a un par de metros de Julián, que en menos de treinta segundos y sin darle tiempo a contestar le preguntó cómo andaba, cómo le había ido en el laburo, cómo estaban los pibes, le dijo que en la zapatería la cosa no se movía, y le informó que el Chelo no iba a poder jugar porque en el picado del jueves a la noche se había torcido un tobillo. “Esguince”, sentenció Julián.
Mientras se pasaba el Átomo, se vendaba y se ponía los botines, el Flaco sonrió sin decir palabra ante cada chicaneo entre sus compañeros de equipo. Faltando unos quince minutos Esteban, que se había roto los ligamentos hacía un par de meses y desde entonces había “asumido” como técnico, los llamó a precalentar y mientras corrían de a dos en fila los arengó a puro grito. Entre alargue y alargue el Flaco se dio cuenta de que se había ajustado demasiado las canilleras, y sintió el impiadoso sol de noviembre quemándole la espalda.
Esteban repartió las camisetas, le alcanzó la 3 al Flaco, dio las últimas indicaciones y el once inicial entró a la cancha acompañado por los aplausos de los ocasionales suplentes.
El Flaco, como siempre, cumplió con la marca del puntero derecho del rival de turno, pasó al ataque cada vez que pudo, probó un par de veces al arco, mandó un par de centros envenenados, y cuando faltaban diez minutos Esteban lo sacó para que entre Cacho, que está jugando sus últimos partidos ya que dijo que cuando termine el torneo deja el fútbol porque no puede más con los dolores de espalda.
El Flaco, cansado, se ubicó junto a Esteban, se quedó en cueros cuando el línea le pidió que se sacara la camiseta para no confundir, y alentó a sus compañeros.
“El empate no está mal”, pensó cuando al árbitro pitó el final, y después compartió junto al resto el ritual de descambiarse y tomar unas cervezas y unas seven en el bufé, antes de la partida.
Emprendió el retorno a paso lento, limitado por un par de músculos todavía agarrotados por el esfuerzo, mientras lo dejaban atrás varios de sus compañeros que iban arracimados en tres o cuatro autos.
“¿Te llevo Flaco?”, le preguntó Chiche tras frenar a su lado el 504 desvencijado.
“No, si estoy a un par de cuadras…gracias”, contestó el Flaco.
Y mientras miraba al coche de Chiche alejarse levantando tierra, el Flaco, desmemoriado, se hizo la misma pregunta de cada sábado: “¿y éstos tipos quién carajo son?”.

Autor : Norman Munch
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