Colaboración

#NiUnaMenos #VolvemosAGritar

31/05/2016
H

ace exactamente un año, y en similares circunstancias terminaba una entrega a este diario luego de una pequeña investigación para compartir algo de Ciudad Juárez y Chihuahua en México, donde se hizo visible la alarma frente a los crímenes de niñas y mujeres. Obviamente, no se trataba de una realidad ajena, sino más bien, busqué contar que esas historias permitieron las bases teóricas para comprender crímenes desde una perspectiva de género.
Pero la reflexión deviene hoy inevitable, ¿qué cambió en este año desde aquella convocatoria nacional? Una compañera socióloga me señaló en una conversación hace poco, palabras más o menos, “hablamos del tema, se instala por todas partes, se insiste en que es para que la cosa cambie, ¿o es qué se habla tanto para que finalmente no cambie nada?” Terrible y dolorosa observación que ciertamente me dio mucho en que pensar y justificaría otra entrega.
Los números de víctimas indican que las cosas no van bien. Lo peor, es que parte de la explicación es conocida.
Las bases mismas de la sociedad, los espacios, las relaciones, el trato y las miradas cotidianas, los procesos de aprendizaje, los mensajes y la publicidad, el lenguaje, la atención sanitaria, la representación política, el reconocimiento de las tareas de cuidado por parte del Estado, en fin, un sinnúmero de cuestiones son señaladas y problematizadas por aquellxs que nos sentimos preocupadxs y movilizadxs por las temáticas de género, como factores que nutren las relaciones de violencia hacia las mujeres, pero aun así, no se llega a modificaciones sustanciales. Incluso me atrevo a decir que en algunos casos se ha retrocedido (basta con mirar a nivel local la representación política o la modificación de la edad jubilatoria respecto de las mujeres).
El futuro resulta aún más preocupante ante la eventualidad del aumento del desempleo o de los niveles de pobreza. Es oportuno recordar que casi como una regla macabra, la violencia hacia las mujeres crece cual epidemia cuando los hogares se empobrecen y el Estado se ausenta, los hombres pierden su empleo, y con ello mucho más que la fuente laboral: su lugar de proveedores y el rol que la sociedad les ha asignado históricamente. Estas cuestiones no justifican por sí solas la violencia pero la exhibe como parte de un problema social, donde el tiempo, la salud y la vida de las mujeres será lo primero en sacrificarse.
También es cierto que a muchas nos sobra información, pero las personas dispuestas a escuchar la mayoría de las veces no tienen en sus manos las herramientas para cambiar la realidad.
Recordé a algunas víctimas con nombre, y otras por sus historias, muchas jóvenes y otras tantas de procedencia humilde, algunas brutalmente asesinadas, y otras violentadas institucionalmente. Ahora mismo cuentan en la tele que en Bahía Blanca apareció muerta Micaela, una nenita de 12 años. Me sentí horrible, sobre todo por defender pequeñas conquistas, o protestar por situaciones menores frente al horror del dolor, la muerte y la pérdida irreparable. Eso me llevó a pensar que la inequidad de género no distingue cuanto mal provoca, y ahí está, instalada en nuestra sociedad y en nuestras cabezas desde tiempos inmemoriales. Por eso, la violencia daña, y también su naturalización y banalización por parte de los que no la sufren a diario.   
Cuando leí la segunda frase de esta convocatoria, asumo que me sentí un tanto incómoda, ¿por qué gritar?, pensé, no será mejor “exigir”, “ejercer derechos”, algo más correcto y menos ´hormonal´ (Hay, los prejuicios!) claro, si estuviéramos hablando de los derechos de los consumidores, o de un reclamo a una compañía de celulares. Pero cuando lo que está en juego es la vida de la compañera, y como dice Diana Maffía nos matan como moscas, es difícil no gritar, y gritar bien fuerte que ¡vivas nos queremos!, y recordar que el aislamiento y la fragmentación nos debilitan, y que el miedo se vence cuando se tiene al lado la fuerza de otros cuerpos.
La movilización colectiva da protección y diluye la sensación de soledad, por suerte así fue siempre. Por eso gritemos y reclamemos. Compartamos experiencias y testimonios a lo largo de la Argentina hasta que algo empiece a cambiar. Una vez más, el viernes 3 de junio a las 17 horas en la Plaza Cívica #VolvemosAGritar #NiUnaMenos.

(*) Abogada. Magister Interdisciplinaria en Familia. Diplomada en Género y Políticas Públicas.

Autor : María Paula Schapochnik (*)
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