Julia Galef: Por qué crees que tenés razón, aunque estés equivocado
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Julia Galef: Por qué crees que tenés razón, aunque estés equivocado

Julia Galef es cofundadora del Centro para la Racionalidad Aplicada, una organización sin fines de lucro dedicada a ayudar a las personas a mejorar su razonamiento y la toma de decisiones, especialmente con el objetivo de abordar los problemas mundiales. Los antecedentes de Julia están originalmente en estadísticas, y ella hizo investigaciones de ciencias sociales en Columbia y Harvard Business Schools durante varios años antes de convertirse en escritora para lugares como Slate, Science, Scientific American y más. Durante los últimos seis años, Julia ha recibido el podcast Rationally Speaking.
31/01/2017
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e gustaría que imaginaran que son soldados en el fragor de la batalla. Un soldado romano o un arquero medieval o quizás un guerrero zulú. Hay algunas constantes, independientemente del tiempo y lugar. Su adrenalina está alta y sus acciones surgen de unos reflejos muy arraigados fijados para protegerlos a Uds. y a su equipo, y para derrotar al enemigo.
Me gustaría que se imaginaran en un papel muy diferente ahora, el del explorador. El trabajo del explorador no es atacar ni defender. Su trabajo es comprender. El explorador es quien sale reconoce el terreno, identifica posibles obstáculos. Quizás desea averiguar si hay un puente que convenientemente cruce un río. Pero, sobre todo, el explorador quiere saber qué hay con la mayor exactitud. En un ejército real son esenciales tanto el soldado como el explorador. Pero también pueden ver estos papeles como actitudes. Una metáfora sobre cómo procesamos la información en nuestra vida cotidiana. Lo que voy a argumentar hoy es que tener buen juicio predecir con precisión, decidir correctamente depende de qué actitud se tenga.
Para ilustrar cómo funcionan estas actitudes voy a llevarlos a Francia del siglo XIX donde este papel, aparentemente inocuo, provocó uno de los mayores escándalos políticos. Lo descubrieron en  unos oficiales del Estado Mayor francés. Estaba roto en una papelera pero cuando lo recompusieron descubrieron que alguien de sus filas vendía secretos militares a Alemania.
Iniciaron una gran investigación y las sospechas cayeron rápidamente sobre este hombre Alfred Dreyfus. Su expediente era ejemplar. No había cometido delitos ni tenía motivos aparentes. Pero Dreyfus era el único oficial judío en el ejército. Y, por desgracia, en esa época el ejército francés era muy antisemita. Compararon su caligrafía con la del informe y decidieron que coincidía aunque expertos grafólogos externos no estaban tan seguros del parecido, pero eso daba igual. Registraron el apartamento de Dreyfus en busca de pruebas de espionaje. Revisaron sus archivos y no encontraron nada. Eso les convenció más de que Dreyfus no solo era culpable sino también astuto, pues había escondido toda la evidencia antes de que ellos la encontraran.
Luego inspeccionaron sus antecedentes personales en busca de detalles que lo inculparan. Hablaron con sus profesores supieron que había estudiado idiomas lo que mostraba un deseo de conspirar con gobiernos extranjeros en un futuro. Sus profesores también dijeron que destacaba por su buena memoria lo cual era muy sospechoso, ¿no? Porque un espía debe recordar muchas cosas.
El caso se llevó a juicio y declararon a Dreyfus culpable. Luego lo trasladaron a una plaza pública y le quitaron la insignia del uniforme y quebraron su espada en dos. Lo llamaron "La Degradación de Dreyfus". Lo condenaron a cadena perpetua en la bien llamada Isla del Diablo una roca inhóspita frente a la costa de Sudamérica. Así que allí fue y allí paso sus días solo escribiendo al gobierno francés rogando que reabrieran su caso para que se demostrara su inocencia. En general, Francia lo daba por cerrado.
Del Caso Dreyfus, me resulta muy interesante que los oficiales estuvieran tan convencidos de la culpabilidad de Dreyfus. Podría asumirse que le tendieron una trampa que querían incriminarlo a propósito. Pero los historiadores no lo creen. Hasta donde sabemos los oficiales creían de verdad que el caso contra Dreyfus era claro. Lo que hace pensar ¿Qué nos dice de la mente humana que podamos encontrar en pruebas ridículas la contundencia para condenar a un hombre?
Es lo que los científicos llaman "razonamiento motivado". Nuestras motivaciones subconscientes nuestros deseos y miedos se forman según interpretamos la información. Vemos como aliadas a ciertas informaciones o ideas. Queremos que ganen, queremos defenderlas. Y otras son el enemigo y queremos vencerlas. Por eso al razonamiento motivado lo llamo "actitud de soldado".
Probablemente Uds. nunca habrían condenado por alta traición a un oficial judío francés. Supongo. Pero quizás les gusten los deportes o la política y cuando el árbitro pita falta a su equipo, por ejemplo, se sienten muy motivados a razonar que se equivoca. Pero si pita falta al otro equipo... ¡Estupendo! Lo ha hecho bien, no hace falta revisarlo. O quizás hayan leído un artículo o estudio que analiza alguna política polémica como la pena de muerte. Y, como han probado los investigadores, si apoyan la pena de muerte y el estudio demuestra que no es eficaz estarán motivados a encontrar que el estudio era deficiente. Pero si demuestra que la pena de muerte funciona es un buen estudio. Y lo mismo si no apoyan la pena de muerte.
Inconscientemente, nuestro juicio se ve influido por el lado que queremos que gane. Y es algo general. Afecta la forma como vemos nuestra salud, nuestras relaciones, cómo decidimos cómo votar, qué consideramos justo o ético. Lo que más me asusta del razonamiento motivado, o la actitud de soldado, es lo inconsciente que es. Podemos creer que somos objetivos e imparciales y acabar arruinando la vida de un hombre inocente.
Por suerte para Dreyfus, su historia no acabó ahí. Este es el Coronel Picquart. Otro oficial de algo rango del ejército francés. Como la mayoría, dio por hecho que Dreyfus era culpable. Y, como la mayoría, era casualmente antisemita. Pero en un momento, Picquard comenzó a sospechar "¿Y si nos equivocamos con Dreyfus?". Resulta que encontró pruebas de que habían seguido espiando para Alemania tras meter a Dreyfus en prisión. También descubrió que otro oficial del ejército tenía una caligrafía que encajaba con la del informe mucho más que la de Dreyfus. Llevó las pruebas a sus superiores. Pero, a su pesar, o no les importaba o inventaban razones que explicaban sus hallazgos como "Solo nos demuestras, Picquard, que hay otro espía que ha aprendido a imitar la letra de Dreyfus y ha relevado a Dreyfus como espía. Pero Dreyfus es culpable". Al final, Picquart consiguió que absolvieran a Dreyfus. Pero le llevó diez años y durante ese tiempo él mismo estuvo en prisión por deslealtad al ejército.
Muchos piensan que Picquart no puede ser el héroe de la historia porque era antisemita, y estoy de acuerdo en que eso es malo. Pero, personalmente, el hecho de que fuera antisemita hace más admirables sus acciones porque tenía tantos prejuicios y razones para ser parcial como sus compañeros oficiales. Pero su motivación para encontrar la verdad y defenderla triunfó por encima de todo.
Así que para mí Picquart es un ejemplo de lo que llamo "actitud de explorador". Es el deseo, no de que gane o pierda una idea, sino de ver lo que realmente hay de la forma más honesta y precisa posible aunque no sea bonito, o conveniente o agradable. Esta actitud es la que me apasiona. Y he pasado los últimos años investigando e intentando averiguar qué provoca la actitud de explorador. ¿Por qué algunas personas, al menos en alguna ocasión, son capaces de dejar atrás sus prejuicios y motivaciones y simplemente ver los hechos y pruebas lo más objetivamente posible?
La respuesta es emocional. La actitud de soldado está conectada con las emociones como la defensa o el tribalismo. También lo está la actitud de explorador. Aunque son emociones distintas. Por ejemplo, los exploradores son curiosos. Podrían decir que les gusta aprender nueva información o resolver un acertijo. Suelen sentirse intrigados cuando se encuentran con algo que contradice sus expectativas. Los exploradores tienen valores diferentes. Podrían decir que consideran una virtud poner a prueba sus creencias y no dirán que quien cambia de opinión es débil. Los exploradores son humildes de forma que su autoestima no está ligada a si tienen o no razón en cualquier tema. Pueden creer que la pena de muerte funciona. Si sale un estudio que demuestre que no, pueden decir "Parece que estoy equivocado. No significa que sea malo o estúpido".
Estos rasgos son los que, como han descubierto los investigadores, y yo también casualmente, predicen el buen juicio. Y la clave que quiero darles sobre estas características es que no están basadas en cuán listos son o en cuánto saben. De hecho, no están muy relacionadas con el C.I. Están basadas en lo que sienten. Hay una cita de Saint-Exupéry que me viene siempre a la mente. Es el autor de "El Principito". Dijo "Si quieres construir un barco no empieces por buscar madera, dar órdenes y distribuir el trabajo. En su lugar, enseña a los hombres a anhelar la inmensidad infinita del mar".
En otras palabras, declaro, que si queremos mejorar nuestro juicio como individuos y como sociedad no necesitamos más educación en lógica retórica, probabilidad, economía, aunque estas sean muy valiosas. Lo que más necesitamos para usar bien esos principios es una actitud de explorador. Cambiar cómo nos sentimos. Aprender a sentirnos orgullosos en lugar de avergonzados cuando nos damos cuenta de que estábamos equivocados. Aprender a sentirnos intrigados en lugar de defensivos cuando encontramos información que contradice nuestras creencias.
La pregunta que les quiero plantear es ¿Qué es lo que más ansían? ¿Ansían defender sus propias creencias? ¿O ansían ver el mundo lo más claramente posible?

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