Punto de vista

Junten las sillas

12/06/2017
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nbsp;Si los fueguinos nos endeudamos en dólares durante diez años, el propósito de la medida debería ser de una supremacía proporcional a semejante esfuerzo colectivo.
No es sobre la forma ni acerca de la oportunidad que tratan estas líneas (aunque bien merecerían ser analizadas ambas circunstancias) sino sobre la relación entre la excepcionalidad de la decisión política y el fin que la justifique.
Puede discutirse la necesidad. Puede entenderse el contexto. Puede explicarse la metodología. Lo que no tiene sentido es la utilización de herramientas de índole extraordinaria y que representan siempre un riesgo financiero a mediano o largo plazo, para el cumplimiento de metas que no modifiquen estructuralmente ni la forma de vida ni el desarrollo de una población.
Las obras a realizarse con la colocación de 200 millones de dólares en bonos en el exterior, deberían seguir la lógica de los acontecimientos que suceden una vez en la vida, y que como tales deben ser aprovechados al máximo.
Si nos vamos a endeudar, que sea para proyectos de tanta magnitud o perspectiva que nos hagan olvidar de los riesgos y nos permitan imaginar, aunque más no sea, una realidad diferente.
Un cruce alternativo al Paso Garibaldi, para no quedar aislados en caso de una catástrofe, un fenómeno climático extremo o cualquier otra circunstancia. Para generar circuitos turísticos y productivos. Para estar más comunicados.
Un centro de convenciones con capacidad para miles de personas interesadas en reunirse con fines diversos y atraídos por el imán del Fin del Mundo. Un negocio con base estatal que derrame en hoteles, restaurantes, agencias de turismo, bares y todo tipo de comercios.
Una ciudad universitaria, con viviendas, laboratorios e infraestructura capaces de tentar a contingentes de estudiantes internacionales interesados en cursar carreras vinculadas con la Antártida, o en emprender investigaciones científicas coordinadas con nuestras propias instituciones académicas y científicas.
Infraestructura turística que permita dar un salto de calidad en el tipo y nivel de oferta que brinda actualmente la provincia: una red de senderos múltiples e integrados en todo el territorio, señalizados, acordes a distinto tipo de visitantes, vigilados por guardaparques combinados con un servicio de emergencia y rescate según la época del año. Uno o varios teleféricos que unan las cimas de montañas próximas a la ciudad, con confiterías en la base y en la llegada, con servicios de transporte, con comercios. La recuperación de las hosterías emblemáticas de Tierra del Fuego que el Estado creó, luego rifó y finalmente abandonó para siempre, como Petrel, Yehuín y San Pablo. La recuperación de la aerosilla del Glaciar Martial, estratégica e imprescindible tanto para el turismo como para la población fueguina, hoy convertida en museo de chatarra, sin baños, sin confiterías, y casi sin nada.
Ninguno de estos ejemplos es de creación propia. Todos fueron pensados por gente inteligente, con un poco de sentido común. Algunos fueron proyectados, otros ni siquiera eso.
Agreguen obras energéticas, o viales, o de servicios, pero cuya existencia produciría un efecto de relevancia, colectivo, con potencial para  generar algún cambio de fondo. Piensen en otras obras ya “clásicas” por las veces que se mencionan en público: el Polo Logístico Antártico, el Interconectado Eléctrico o el Parque de Energía Eólica.
Vuelvan ahora al magro listado de emprendimientos proyectados para financiarse con el endeudamiento externo, y encontrarán despropósitos tales como la construcción de la sede del Poder Legislativo o del Tribunal de Cuentas.
No cuestionamos su necesidad, pero interpelamos severamente su equiparación con el tipo de obras que hacen al objetivo central del financiamiento.
Con todo respeto sea dicho, nos importan un bledo las oficinas de los organismos de control, de la legislatura o del poder judicial. Si se pagan alquileres tan altos, pues que busquen sus propias financiaciones en bancos de fomento o que junten las sillas por un tiempo más.
Después de todo, la razón de su existencia es que la provincia logre desarrollarse y sostenerse en el tiempo atendiendo las necesidades del conjunto. Sin futuro de desarrollo no habrá nada que controlar, ni nada que legislar ni nadie interesante para juzgar.
El Gobierno aún está a tiempo de repensar la lista de obras que se financiarán con los dólares tomados en el exterior. Todavía puede enmendar los errores que el apuro, la falta de pericia o de visión estratégica le llevaron a cometer.
Ojalá que, además, esa nómina sea fruto de un consenso mínimo. Y, sobre todo, que surja de la inteligencia de pensar una provincia a largo plazo, por encima de la burocracia, de la coyuntura y de los intereses mezquinos.


(*) periodista de la redacción de El Diario del Fin del Mundo

Autor : Gabriel Ramonet (*)
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