No confundir urgencia con atolondramiento
Editorial

No confundir urgencia con atolondramiento

Cuenta la historia que Napoleón Bonaparte tenía que concurrir a una importante reunión y quien lo ayudaba a vestirse, apremiado por el momento se puso nervioso y comenzó a cometer varios errores. Ante tal situación el célebre líder le dijo vísteme despacio que tengo prisa.
22/12/2023
C

laro que la realidad del país requiere la adopción de medidas urgentes, al menos las referidas a la cuestión económica, que le permita al recientemente asumido gobierno contar con las herramientas para comenzar a torcer el rumbo. Tan claro como que no debe confundirse urgencia con atolondramiento.

Lo acontecido con el dictado del decreto de necesidad y urgencia, DNU de aquí en adelante, termina resultando un acto de atolondramiento que tensiona innecesariamente al de por sí alicaido sistema democrático de división de poderes que constituyen una República.

En las últimas horas todos hemos comprendido el alcance que tiene un DNU y la oportunidad para su dictado. Encontrándose en funcionamiento el Congreso y con la posibilidad concreta de convocarlo a sesionar en extraordinarias, no se termina de entender la determinación de pretender obviar el tratamiento legislativo de las leyes necesarias, sea por su creación, modificación o derogación.

Sin dudas la situación requiere actuar con prontitud, pero también con extrema prudencia, y la confrontación por la confrontación misma no parece el camino más inteligente.

Podemos compartir el pensamiento del Presidente y en términos generales aceptar que los aspectos que plantea el DNU tuvieron buena recepción en la mayoría de la población. Lógicamente hay sectores que no comparten la misma postura, cada quién con sus razones, pero eso es harina de otro costal.

Simpatías o antipatías al margen, el foco debe estar puesto en la construcción de lo que podríamos llamar seriedad institucional, esa que lamentablemente como país paulatinamente hemos ido perdiendo, provocando que desde adentro hayamos perdido la confianza en el sistema y desde afuera no se nos considere un destino para el desarrollo de inversiones, sólo por citar un aspecto.

Cuántas veces hemos escuchado eso de que uno de los mayores problemas de la argentina es la falta de seguridad jurídica. Bien, la alternativa que se presenta a partir de pretender refundar la república en un único acto asumiendo por parte del poder ejecutivo facultades que no le son propias de por sí, sin dudas no es un buen comienzo.

De aceptarse tal proceder, tranquilamente podríamos esperar que con cada recambio presidencial, el inquilino de Balcarce 50 proponga un DNU modificando a conveniencia el plexo normativo del país. ¿Podemos imaginar el resultado?, seguramente si. Un verdadero despelote.

Claro que la situación es delicada, pero desactivar la bomba que esta por explotar requiere de templanza e inteligencia no de atolondramientos, que además generan la sospecha de que se nos esté, una vez más , pretendiendo dar gato por liebre.

La urgencia en el proceso da lugar a practicar la máxima atribuida al Corso, que adecuada a la circunstancia bien podría ser: Presidente, proponga despacio que el país está complicado.

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