ste día, el conde Henri de La Vaulx, vestido de etiqueta, emprende su último vuelo. Se proponía participar de un banquete en Nueva York, pero la aeronave se estrelló. Los diarios hablaron de un error humano y mencionaron que unos días atrás había tenido malos presentimientos. Sus amigos parisinos lo recordaron con el apodo de “el patagón”, conquistado por sus intrépidas excursiones.
“Henri de La Vaulx, conde de Bierville, no era un científico. No era más que un escribano de la nobleza normanda que a los 25 años, decidido a rescatar los últimos vestigios de sociedades a punto de desaparecer, emprendió la aventura de conocer la Patagonia” (Norma Sosa. Revista TEFROS – Vol. 6 N° 1)
En Choele Choel se reunió con Namuncurá. El cacique vivía en la pobreza y en el recuerdo melancólico del poder perdido. Sentado a las puertas de su "rancho", murmuraba: "la pampa estaba mía. La pampa era mía”; y “enjugaba una lágrima”.
También tuvo un encuentro con el cacique Sayhueque, quien envió a su hijo para invitarlo a su toldería.
El francés pudo tomar fotografías reveladoras de una nueva realidad, registró las reuniones ceremoniales, los atavíos y el ocio; las tareas cotidianas de las mujeres y como empezaban a perderse algunas tradiciones. A Sayhueque siempre se lo veía elegante, cordial y majestuoso.
La Vaulx pudo observar a las muchachas ataviadas para participar del camaruco. Tuvo la oportunidad de tomar medidas a las jóvenes, que le parecieron muy bien constituidas, de brazos y piernas atléticas y de pechos amenazantes.
Al llegar al valle entre Tecka y el río Senguer, pudo confirmar que se trataba de la zona más habitada de la Patagonia.
El intento de La Vaulx de tomar fotografías chocó con la intransigencia de los nativos del lugar. Fue sometido a un agotador debate que duró medio día. Finalmente, lo que no pudieron los argumentos lo pudo el aguardiente y toda la tribu posó para el fotógrafo viajero.
Cuando emprendió el regreso desde Río Gallegos, abordó el Villarino y pudo recorrer la isla Grande.
Abordó temas sobre etnografía y geografía en un primer relato titulado A través de la Patagonia. Del río Negro al estrecho de Magallanes, publicado en 1898. Tres años después, apareció su Voyage en Patagonie, una gran obra ilustrada con más de cuarenta fotografías que tomara el autor y una carta del itinerario.
