e lleva a cabo el primer sumario originado en la investigación de los presuntos crímenes del mercachifle José Elías y su peón Ezen, quienes habían desaparecido junto a sus pertenencias cuando incursionaban por la meseta patagónica. En el curso del proceso se produjo el apresamiento de once acusados por el delito.
Los pueblos de Lanza Niyeo y Lagunitas fueron los mencionados como los posibles escenarios de las desapariciones.
“El segundo y más voluminoso sumario, de implicancias genocidas y seguido ese mismo año, sobre presuntos asesinatos de decenas de mercachifles desaparecidos a partir de 1904 hasta ese año nueve (el listado oficial sumaba 56 víctimas desaparecidas desde 1907), narra algunos detalles de la investigación y apresamiento de los asesinos” (diario Río Negro, 29/1/2006).
La investigación histórica efectuada por el medio derivó en la hipótesis de la complicidad de comerciantes de diversas localidades, que se venían quejando por la competencia desleal que significaban esos vendedores ambulantes, en su gran mayoría de origen sirio libanés.
Los “asesinatos de "turcos mercachifles ambulantes" comenzaron en 1904 –curiosamente, meses después de la nota periodística que denunciaba el conflicto de intereses- y finalizaron en 1909, cuando comenzó la investigación a partir de la denuncia de Salomón Daud, (…) cuñado del desaparecido mercachifle José Elías, transcurrieron casi cinco años”.
El artículo se planteó el interrogante sobre sí los bolicheros instigaron “a aborígenes chilenos escapados de la persecución de carabineros y refugiados en el desierto rionegrino para que cumplieran un plan siniestro contra los vendedores ambulantes” y se asociaron con los asesinos para “la apropiación de mercadería que transportaban los desaparecidos”.
Los comerciantes instalados se habían quejado de pagar “más patentes e impuestos” y que “debían reducir su margen de ganancia si querían competir con los ambulantes”.
Resultó sugestivo que la única denuncia pública realizada por los bolicheros fue mediante un telegrama periodístico de setiembre de 1903, unos meses antes del comienzo de las desapariciones. Pero mientras sucedían “más de medio centenar de crímenes” hubo un “pacto de silencio” que “resguardó el caso a pesar de tantos boliches”, que servían de habituales “santuarios para ladinos informantes policiales” (op. cit.).
