Se publica “El último de los onas” de Juan Carlos Martini
El 9 de mayo de 1969

Se publica “El último de los onas” de Juan Carlos Martini

09/05/2016
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ldquo;Persiguiendo las flechas (lanzadas tal vez por el último de los onas, indio marrón que sobrevive en el desierto, su morada indefensa ante los vientos, su mirada vencida por el miedo, por la vida entera: los ojos puestos en la raya del cielo y de la tierra para que los hombres no avancen de sorpresa sobre la choza y sobre su cuerpo único, final, condenado, para no someterse a la curiosidad, a la humillación, a la violencia, a la muerte prisionero), persiguiendo las flechas, buscando la nieve, los Andes, el descenso, su cuerpo en contraluz, como una imagen, y su piel, para rasgarla, partir la piel, meter las manos, aquella sangre que sabíamos morada y burbujeante, caliente y burbujeante, inútil y burbujeante”, así comienza el rosarino Juan Carlos Martini su relato titulado El último de los onas, que integra el libro del mismo nombre, publicado en esos días por Editorial Galerna.
La narración utiliza el drama del supuesto último sobreviviente de la etnia selk´nam, utilizándolo como metáfora de las angustias que sufre el hombre moderno en los conglomerados urbanos, acosado por miedos, crisis e incertidumbres que nublan las visiones más optimistas del futuro.
En otro párrafo describe las limitadas acciones que puede realizar el protagonista de su relato: “el último de los onas está en cuclillas, mirando tonta o atentamente el agua, pescará, regresará a la choza que encuentra una tarde de verano caminando en aquellas soledades y porque sí deja sus cosas en ella y deja su cuerpo y duerme y come allí, dos, tres días, un tiempo, desde entonces: ¿el último de los onas es un pretexto?, ¿ríe?, ¿sabe reír, el indio? Salvaje resorte en su desierto volcánico, perforado residuo, cosa curiosa con el rabo al aire, carne marrón, cosa curiosa, ojos marrones, pelo duro renegrido y sucio, chispa relampagueante en su mirada pesca pescado). Así –y no de otra manera- transcurrirían los días de nuestros días…”
“Había que escapar de las ciudades (…) de la gente-hormiga, de los lugares donde los hombres esconden el dinero, de los santuarios del café donde los hombres hablan de negocios, de los santuarios de la fe donde los hombres asumen su imbecilidad, de la miseria de los hombres (…) que sufren la humillación en los templos privados de la industria; y suponer al ona, creerlo allá, como la esencia misma de la salvación y la poesía”.

Autor : Bernardo Veksler
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