Un naufragio dispara la Fiebre del Oro en Tierra del Fuego
El 4 de julio de 1885

Un naufragio dispara la Fiebre del Oro en Tierra del Fuego

04/07/2016
E

l hundimiento del navío Artique en la ribera norte del estrecho de Magallanes, motiva a José Nogueira, un ex marino portugués residente en Punta Arenas, a acercarse al lugar para verificar las posibilidades de encontrar objetos valiosos entre los restos del naufragio.
Esta actividad fue muy lucrativa en la época, debido a la frecuencia de los siniestros náuticos en las costas fueguinas, y se constituyó en el germen del proceso de acumulación capitalista generado en la región.
El aventurero lusitano concurrió con sus hombres a hacer su trabajo y uno de ellos halló pepitas de oro en las arenas costeras.
La noticia circuló como un reguero de pólvora y en poco tiempo la región austral sufrió una conmoción similar a la Fiebre del Oro desatada en América del Norte, para la misma época.
“Y de Punta Arenas saltó la noticia al centro de la República (…) una creciente efervescencia, seguida de un despertar de ilusiones  de rápida riqueza y luego el movimiento incontenible de buscadores, mineros o aprendices de tales, o simplemente aventureros” se volcaron sobre la región austral a intentar calmar sus apetitos de fortunas (Mateo Martinic B. La Tierra de los Fuegos).
Desde 1881, ya se habían asentado “en los ríos y chorrillos que fluyen por ambas vertientes de la sierra Boquerón” más de doscientos mineros. Pero la noticia multiplicó la llegada a la zona de los típicos personajes generados por este tipo de convocatorias.
Los primeros buscadores arribaron a las costas del hallazgo dispuestos a explorar toda la playa y el terreno aledaño para consumar su ambición. Centenares de oreros irrumpieron y transformaron la tranquilidad milenaria del lugar.
La instalación del rumano Julio Popper potenció el fenómeno con su radicación en la costa atlántica, en El Páramo, donde utilizó La Cosechadora de Oro, una maquinaria de su invención, que le permitió mover y lavar grandes cantidades de arena, para rescatar las escamas de oro esparcidas en esas playas.     
Pero el frenesí aurífero fue avasallante y llegó hasta el Beagle, donde más de un millar de aventureros se instalaron en las costas de las islas Picton, Lennox y Nueva y en las bahías Sloggett y Aguirre.
En unos pocos años el furor desapareció, algunos lograron colmar sus expectativas, pero la gran mayoría debió buscar otras alternativas laborales al haber consumido sus ahorros.

Autor : Bernardo Veksler
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